martes, mayo 22, 2012

TOKYO MONOGATARI

En mi esquema de valores todavía hay una categoría por encima de la consideración de "obra maestra".

Hay películas que son "inolvidables", experiencias totales en las que uno ve pero también es visto y "Tokyo monogatari" del maestro Ozu es una de ellas.

Por encima de todo "Tokyo monogatari" es lo que dice ser: un hermoso cuento lleno de belleza en el que, con asombrosa naturalidad y delicadeza, parece no estar contándose nada cuando en realidad se está contando el todo.

Pura magia que devuelve al cine esa trascendencia esencial que le asciende de forma de entretenimiento a obra de arte.

El planteamiento es sencillo.

Los Hirayama, un matrimonio de ancianos, decide viajar a Tokyo para visitar a sus hijos. En su interacción con los miembros de su familia, insertos y poseídos por las preocupaciones de la vida en la gran ciudad, irán exponiéndose temas tan esenciales como el paso del tiempo, el envejecimiento, la vida, la muerte, la alegría, la pena, el placer, el dolor... todo contado con esa sencillez casi proverbial que tenía el maestro Yasujiro Ozu para contar sus historias, siempre pareciendo tan tenues, siempre resultando tan impactantes y esenciales como para que uno no pueda olvidar fácilmente alguna de sus películas una vez las ha visto.

Y "Cuento de Tokio" es una de sus inolvidables obras maestras.

La película está llena de inspiración, de momentos absolutamente plenos en las que se obra ese absoluto milagro de la verosimilitud cuyo efecto más relevante es la naturalidad, como si las imágenes fuesen pedazos de realidad cortados a cuchillo con el filo del encuadre.

Y con mucho el milagro que "Tokio monagatari" ofrece con humildad a todo aquel que quiera verlo es el de la contemplación misteriosa y total, contradictoria y compleja, de la vida misma en el simple y atrabiliario viaje a Tokyo de un matrimonio de ancianos.

Suavemente, pero también sin concesiones como corresponde al tema en cuestión.

Casi nada.

Inolvidable.

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