martes, julio 24, 2012

Crónica de un complot llamado crisis

Ya se nos ha olvidado cómo empezó todo ésto...

Primero de todo, y tal y como expone Jeremy Rifkin en sus últimos libros, hay un agotamiento del modelo económico basado en la segunda revolución industrial que se manifiesta a partir del último cuarto del pasado siglo. Ésto activa un plan B del sistema consistente en el calentamiento de la economía especulativa y crediticia.. Si ya no se produce tanta riqueza real el objetivo es apoderarse de la riqueza privada acumulada en épocas anteriores mediante los mecanismos del crédito y de la deuda.

Así se matan varios pájaros de un tiro: se mantiene la rueda del capitalismo de consumo permitiendo mediante el crédito obviar el descenso del peso de las rentas salariales y por otro permite poner en juego lo ahorrado por varias generaciones en el tiovivo de la cadena de valor del sistema capitalista de consumo.

Además se produce la caída del bloque socialista y la consiguiente victoria del bloque superviviente, con la consiguiente exacerbación al calor del fuego de la victoria de los postulados del estilo de vida vencedor, lo que entre otras cosas supone el pistoletazo de salida para el neoliberalismo sin complejos.

Una manifestación de esa falta de complejos es la distorsión del mecanismo del crédito y la deuda y su transformación en la dinámica monstruosa de lo especulativo en lo financiero; otra es la necesidad, casi por derecho de conquista, de apoderarse de lo que el sector público controlaba buscando roturar nuevas tierras y disminuir esa crisis de rentabilidad en la explotación de las existentes.

El resultado es un monstruo de cara amable que crece y crece.

Sobre este contexto, y del mismo modo que hizo Greenspan como responsable de la Reserva Federal, máxima autoridad monetaria en los Estados Unidos, se reducen en Europa los tipos de interés (el precio del dinero que se presta) a niveles por debajo de la inflación, como manifestación de ese monstruo especulativo y financiero que busca poseer ese ahorro público y privado.

Esto hace estúpido no endeudarse en un mundo sumido en una dinámica optimista y alcista.

El resultado es que el crédito se tira por los suelos y se produce una cadena de endeudamiento donde las personas piden dinero a los bancos y los bancos piden dinero a otros bancos.

El resultado es un sobrecalentamiento del endeudamiento.

En este proceso nadie guarda la menor tranquilidad y el menor control, tantos deudores como acreedores reciben y prestan dinero sin ton ni son, como si el victorioso capitalismo frente al socialismo necesitase reafirmar su superioridad entre sus filas con una perpetua orgía de consumo sin fin.

En lo que a Europa respecta, Alemania es el mayor propietario de dinero y por tanto el mayor prestador tanto a los clientes de sus propios bancos como a bancos de otros países que acuden a por más dinero.

Al mismo tiempo, y dentro de esta orgía (pero en el entorno más privados de los parquets de las bolsas y los consejos de administración), se dan todos los elementos necesarios que conllevan a la crisis especulativa que afecta a todo el sistema financiero, bancos incluidos.

Este impacto virtual de este evento termina por desequilibrar un sector financiero que ya de por si vivía bastante desequilibrado.

De repente los bancos deben muchísimo más dinero del que tienen y necesitan aportaciones de capital para no quebrar.

Y es aquí cuando el denostado por los neoliberales sector publico acude para socorrer a un sector privado bancario que por su mala cabeza privada se ha metido en un lío enorme.

Los estados se dedican básicamente a echar paladas de riqueza real intentando tapar ese agujero virtual, pero los estados también habían formado parte de esa que se pretendía orgía financiera perpetua.
También tienen su deuda, sus desequilibrios, pero heroicamente asumen su responsabilidad -cosa que los bancos no han hecho- y acuden a resolver la "cagada" de un importante sector de las economías de los países que estructuran. El resultado es un mayor y tremendo desequilibrio de las cuentas públicas a cambio de un saneamiento de las cuentas de los bancos.

Todo sea por el bien general.

¿Qué sucede?

Pues como en todo.

En el caso de Europa, los países más fuertes como Alemania pueden soportar mejor ese impacto que países con economías más débiles como Grecia, Portugal e Irlanda.

Lo cierto es que Alemania ha metido mucho, mucho dinero en sus sistema bancario. La única diferencia es que no se la ha acabado el dinero y no ha necesitado acudir a financiarse a los mercados y si se le acaba es una economía con garantías, pero para los otros, los débiles las fuentes de financiación propias se acaban y deben acudir a los mercados dando comienzo a el baile de los mercados presidido por la prima de riesgo.

Los países más débiles ofrecen mayores dudas que los fuertes y esas dudas se materializan en un incremento del interés que lógicamente se pide por el dinero que se presta. A mayor interés, más desconfianza.

¿Qué sucede?

Dos cosas...

Por un lado, la construcción económica europea es imperfecta: hay moneda única pero no unión fiscal ni un banco central propiamente dicho. Fue realizada desde la superioridad y en años de bonanza. No se pensó en la posibilidad de malos años y se prefirieron evitar los problemas que presentaría una profundización en la unidad económica.

El resultado es un euro vulnerable porque no hay un banco central que respalde la deuda pública de los países de la eurozona. Por lo tanto esos países cuando las cosas vienen mal dadas quedan a merced de las contradicciones de su economía y sometidos al rigor inclemente de los mercados que sólo piensan en el beneficio económico sin pensar en otros efectos como pueden ser los sociales.

La situación de economías como la británica no es mejor que la situación de economías como la española, la única diferencia es que los británicos tienen su propio banco central que garantiza cubrir la deuda pública del país; cosa que los países de la zona euro no tienen.

Por otro, el acreedor entra en pánico y fija al deudor unos imposibles plazos y ritmos para devolver esa deuda que en su momento se generó tan alegremente.

En lo que respecta a Europa, Alemania el acreedor principal solo piensa en sí misma, en recuperar ese dinero perdido lo antes posible y poniendo los intereses de sus bancos por delante de los intereses europeos fija una hoja de ruta asfixiante a los estados sumiéndoles en una política de ajustes que estrangula sus economías y que como efecto irónico final endeuda aun más a Alemania, en contra de su voluntad, porque se generan situaciones dramáticas de salvamento de las economías.

Así van cayendo Grecia, Irlanda, Portugal... España...Italia en una huida hacia delante que no tiene sentido.

Y el problema no es tanto que Alemania adopte esa política egoísta en favor de sus bancos sino la contumacia en el error que la ha llevado ya a poseer ochocientos mil millones de euros en deuda y ayudas a distintos países europeos cuyas economías están colapsadas.

Pero lo peor es que la dureza en los ritmos de adecentamiento de las cuentas públicas de esos estados les obliga a políticas restrictivas de recorte que hacen inviable nada que no sea devolver la deuda, lo que de paso hace inviable cualquier posibilidad de estado de bienestar.

Y esta es la realidad que los miserables y cobardes consideran palabra de Dios.

El resultado de una opción, de un error de cálculo, especialidad en la que los alemanes son unos auténticos maestros teniendo dos guerras mundiales y esta guerra económica a sus espaldas... todas causadas por errores de cálculo y lo que es peor contumacia en el error.

En la primera guerra aceptaron dos frentes porque pensaron que derrotarían a Francia rápidamente, en la segunda Hitler no contempló que Francia e Inglaterra aceptasen el envite y le declarasen la guerra tras la invasión de Polonia y ahora... pues esto, el timing.

El problema es que el timing mismo dificulta el objetivo de devolución de deuda que se pretende. El acreedor no asume la consecuencia de su decisión de regalar el dinero y pretende hacer que el deudor cargue con todo. Y ésto se está mostrando, además de una respetable aspiración, un error estratégico de primer orden porque de mantenerse firme en su error puede llevar a la ruina al propio acreedor... porque, y entre otras cosas, el deudor tiene que existir para poder pagar su deuda.

Y de paso, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, se desmantela el estado de bienestar porque, y como no puede ser de otra manera, no hay dinero para pagarlo... Y se liberan cientos de hectáreas de economía a la roturación privada.

La duda es si el objetivo es simple, la devolución rápida de la deuda, o doble, la devolución de la deuda y de paso generar en las democracias una situación de shock que haga que los ciudadanos de esas democracias acepten perder el estado del bienestar a cambio de poder seguir viviendo.

No olvidemos que hay mucho neoliberal tras las mesas que están manteniendo con firmeza esta hoja de ruta.

No olvidemos que ya no tienen nada que temer, que ganaron la guerra fría y no hay un estilo de vida alternativo al que proponen. Ahora sólo les queda depurar las propias filas eliminando concesiones como el estado del bienestar mantenidas con el objetivo táctico de evitar la contestación aburguesando trabajadores entre sus propias filas.

Y necesitan extenderse a aspectos que controla el sector público de los estados, aspectos que en bastantes casos implican una demanda cautiva y un negocio seguro.

¿Complot?

A mi me huele bastante mal todo ésto, sobre todo una contumacia en la adopción errónea de una hoja de ruta que no me puedo creer que sea ignorancia.

Lo único cierto es que se va en serio, pasando por encima incluso de sociedades enteras, adoptando decisiones manifiestamente extrañas y cada vez más incomprensibles... quizá porque el futuro de todo un modelo económico basado en el motor de combustión interna, la electricidad y el petróleo está en juego.

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