jueves, julio 05, 2012

THE WALKING DEAD

La segunda temporada de "The walking dead" consigue multiplicar el intenso efecto desasosegador que transmitía la intensa, pero corta, primera temporada.

Sigue sin haber historia y no puede ser de otra forma.

La plaga ha terminado con el mundo tal y como era y con ese final también se han venido abajo las historias.

El sentido tal y como era conocido ha dejado de existir.

Ante los supervivientes se extiende un extenso presente, una interminable situación de supervivencia, un abismo sobre el que se encuentran precariamente suspendidos luchando por continuar con vida un día más, asediados por los muertos vivientes, por la constante posibilidad de ser devorados como carne fresca pero también siendo asolados por la nostalgia de un sentido, de la confortabilidad que suponía una vida civilizada a la que es ya imposible regresar.

Y en este punto, "The walking dead" es mucho más que una simple historia de zombies. Frank Darabont y compañía consiguen mostrar un espectáculo metafísico, la batalla que dentro de cada ser humano diariamente se libra entre lo racional y lo animal se hace real y evidente dentro del grupo de supervivientes que protagoniza la serie.

El esfuerzo por mantener la civilización o el empeño en adaptarse a una nueva realidad salvaje y animal, con todas las consecuencias que la adopción de ambas posturas implican materializadas en la evolución emocional de dos amigos: Rick y Shane; el primero esforzándose por imponer un orden y un sentido mientras el segundo, lentamente, y como si un personaje de Joseph Conrad se tratase, va lentamente abriendo su corazón a las tinieblas del caos que parece envolverles conforme la serie avanza de manera inexorable.

Asi, Darabont parece prolongar y profundizar con esta serie en una preocupación que ya motivó su inquietante película "La niebla": la capacidad del ser humano para mantenerse fiel a un sentido, aun cuando las circunstancias externas en nada invitan a ello.

En este aspecto, "The walking dead" nos muestra un espectáculo aterrador: el de los efectos que la progresiva pérdida del sentido (y de la esperanza subsiguientemente) tiene sobre el ser humano; pero también la desesperada belleza de ser esclavo de esa necesidad hasta los límites más insospechados.

Imprescindible obra maestra.

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