jueves, julio 25, 2013

Todos tenemos un plan

La película con la que Viggo Mortensen regresa a la Argentina donde se crió claramente no está a la altura de lo que promete su titulo tan maravilloso.

"Todos tenemos un plan" podría hablarnos de la lucha entre diferentes sentidos que diferentes personajes mantienen sobre una misma realidad, la base de todo conflicto dramático; podría centrarse en la existencia de posiciones irreconciliables que se enfrentan al descubrirse contradictorias, posiciones que además son irrenunciables porque tienen que ver con un modo de ver las cosas que es consecuencia del inevitable temple de un carácter en constante roce con las exigencias de la vida...

La materia con que están hechos los sueños que son las mejore historias.

Después de todo la vida consiste en llegar a tener un plan y ponerlo en práctica, un plan que puede implicar una posibilidad de escape o todo lo contrario, la posibilidad de una permanencia.

Y desde luego "Todos tenemos un plan" lo intenta pero sin que la fortuna le acompaña demasiado.

Agustín es un médico que, como consecuencia de unos planes de adopción que por mucho que lo intenta no puede compartir, se descubre siendo parte del plan de Claudia, su mujer. Por casualidad, Agustín encuentra en la inesperada visita de su hermano gemelo Pedro una posibilidad de escape que aprovecha de manera precisa y despiadada. Pero al adoptar la identidad de Pedro, Agustín descubrirá que debe asumir también su plan, un plan que en lo sentimental implica a Rosa y en lo profesional continuar el delictivo negocio de secuestros express que lleva junto a dos delincuentes como Adrián y Rubén.

Sobre el papel todo tiene buena pinta.

Agustín, que en un momento de la película se declara a la deriva y sin plan, es un monstruo a los ojos de Claudia, pero la vida le reserva la sorpresa de tener que lidiar con el monstruoso plan de Pedro, pero la película se queda en la superficie de las posibilidades que ofrece la historia.

Sobre una superficie esteticista que fotografía con talento la misteriosa zona pantanosa del Delta del Tigre se desarrolla un confuso batiburrillo de personajes, diálogos y conversaciones cuyas intenciones no terminan de estar demasiado claras. De entre todos ellos, el menos claro es precisamente el protagonista, Agustín, lo cual perjudica claramente a la narración de la historia. Incluso creo que por no estar claro ni siquiera lo estaba para Viggo Mortensen que hace lo que puede limitándose a reaccionar ante los estímulos del entorno, sin proponer una psicología clara y definida de su personaje.

El resultado es un espectáculo frio y bastante calculado, que no termina de resultar todo lo emocional que debería ser y que por dentro resulta extremadamente endeble. No sólo es que las motivaciones de los personajes no estén demasiado claras, esencial dentro de una historia que pretende hacer de lo psicológico su principal capital, sino que en muchos momentos tampoco resulta demasiado creíble en lo que tiene que ver con la manera en que Agustín asume la vida de su hrmano y, lo que es más importante, el modo en que esta vida le asume.

Claramente ha faltado talento a la hora de desarrollar las posibilidades de una historia que aspira a ser autoexplicativa en su confuso despliegue, no explicándose demasiado a sí misma.

Una lástima que daba para mucho más.

Aceptable.




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