sábado, agosto 03, 2013

La ciudad está llena de oficinistas que,
con puntualidad de ropa limpia,
andan, corren,
caminan  las calles y las plazas,
incluso alguna vez tropiezan
y se extravían.
Recién lavados y peinados
incansablemente porfían
en un desconcertado entramado
de destinos frágiles,
eternamente en tránsito,
casi siempre malogrados
si uno se detiene a comparar
realidad con deseo,
lo que se quiere con lo que se tiene,
lo que debiera ser con lo que está siendo.
Destinos que suceden frágiles
bajo un  mismo sol de cada día
que  bajo ningún concepto
pueden permitirse disfrutar,
gravemente ocupados como están
en el siempre difícil y desagradecido
oficio de continuar siendo ciertos,
siquiera lo suficiente como para superar
el  inapelable examen crítico de cada espejo

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