lunes, agosto 26, 2013

Pacific Rim

Aún mostrando alguno de los defectos que caracterizan a las grandes superproducciones norteamericanas del cine comercial, "Pacific Rim" resulta un nada pretencioso entretenimiento que consigue entretener mientras dura.

Ya he escrito mucho de esos defectos que convierten a las películas en artefactos diseñados para no durar, calculados para llenar el ahora dejando los ahoras posteriores libres para ser ocupados por otros y nuevos artefactos de entretenimiento.

Pura obsolescencia planificada aplicada a la industria del ocio y que cada vez hace más difícil que el cine comercial pueda ofrecer algo que se salga de los esquemas fijos de una fórmula que será repetida hasta la saciedad hasta que ya no quede público o cines o las dos cosas.

Pura obsolescencia planificada que impide que uno vea más de una o dos veces la misma película como no hace mucho tiempo sucedía.

"Pacific Rim" participa de ese fórmula esquemática... soporte argumental tan leve como el papel fumar, personajes clonados en sus características y motivaciones, relaciones entre personajes tan previsibles como milenarias en su eterna repetición desvergonzada, confianza total en la capacidad para la espectacularidad de lo meramente técnico de modo que las películas se convierten en unas virtuales y carisimas luces largas que deslumbran a los espectadores como animales que cruzan una carretera en medio del bosque.

Así, las películas dejan de ser narraciones con un contenido más o menos memorable para convertirse en meros mecanismos que entretienen mientras suceden y ésto es lo que en gran medida hace "Pacific Rim", entretener, pero de una manera leve y transitoria, con su revisión del género de monstruos japonés o kaiju.

La tranquilidad de la tierra se ve interrumpida por la aparición de una serie de monstruosas criaturas que surgen incontenibles de las profundidades del Océano Pacífico. Allí, en sus abisales profundidades se ha abierto una puerta interdimensional por la que esas criaturas bestiales acceden a nuestro mundo.

Tras una serie de catastróficos enfrentamientos, los humanos aprenden a defenderse creando unos enormes guerreros cibernéticos, gobernados por la mente de sus pilotos, llamados Jaeger.

Guillermo del Toro tiene talento para contar historias y si algo hace diferencial a su "Pacific Rim" no es el derroche de efectos especiales, siempre espectacular en la diferente circunstancia de cada película, sino el cuidado que Del Toro pone en una serie de personajes secundarios, especialmente los dos científicos locos o el malvado y sibilino traficante de restos de Kaiju interpretado con mucho sentido del humor por un habitual en su cine como Ron Perlman.

Sin ellos, sin sus chispeantes gracietas, casi como de cine mudo, "Pacific Rim" sería otro de esos fríos espectáculos sin corazón que sólo aspiran a desbordar la mirada del espectador con su abundancia de sonidos, luces y efectos especiales (que cada vez tienen menos de especiales por lo habitual de los mismos).

Y en parte lo es, pero Del Toro se las arregla para hacer el acto subversivo de intentar generar la posibilidad de un relato entre tanto cálculo y plan.

Por esto y no por otra cosa, "Pacific Rim" me hace dudar.

Entretenida.





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