sábado, diciembre 28, 2013

Eraserhead

Nunca he entendido muy bien por qué es una consideración general el carácter oscuro y críptico de este primer largometraje dirigido por David Lynch en 1977.

Sin duda, y aunque el propio Lynch lo comenta a todo el que quiera escucharle, esta visión oscura de Eraserhead se debe al desconocimiento de la peripecia vital que Lynch vivió en Fildafelfia, una peripecia que le inspiró unas nada agradables sensaciones que el creador norteamericano plasmó de manera inequívoca en esta película.

Lynch nació y vivió su infancia y adolescencia en esas idílicas y tranquilas ciudades entre urbanas y rurales de los Estados Unidos donde cada día se consagra el sagrado sacramento del estilo de vida norteamericano y que tan bien diseccionó John Updike.

Tras pasar por Montana, Idaho, Virginia, el joven Lynch se traslada con apenas 20 años a la urbe de Filadelfia buscando abrirse camino en la vida como pintor.

El ambiente será muy distinto.

Allí el joven Lynch se vio obligado a vivir en lugares que para nada tenían que ver con el estilo de vida al que el cineasta, criado en la confortable clase media, estaba acostumbrado. Barrios bajos en los que el propio Lynch confiesa sintió inseguridad y miedo.

A todo ésto se añade, el puro y conflictivo hecho de lo infructuoso de sus esfuerzos por abrirse paso en la pintura, sus dudas, sus flirteos con el cine, su decisión de abandonar la pintura por el cine y la continuación de ese mismo esfuerzo por hacerse camino como cineasta, lucha que le llevó a cambiar Filadelfia por Los Angeles (otra ciudad muy agradable con todos los que llegan dispuestos a abrirse camino).

Ese sombrío ambiente de miedo, duda y lucha se vio complicado aún más con el nacimiento de su hija Jennifer quién como todo hijo introdujo una presión hacia el pragmatismo y el realismo.

No es de extrañar que Lynch se sintiera exactamente como ese timido y superado Henry Spencer que protagoniza la película, enfrentado a la tragedia y el sinsentido en un ambiente hostil que, de alguna manera reproduce, el fracaso de las ciudades industriales en un mundo en progresiva terciarización y del que la ciudad de Detroit es un ejemplo palmario.

En cualquier caso, y dicho todo ésto, no es el contenido lo que me fascina en estas como en otras películas de Lynch. Lo que más me atrae es la capacidad del director norteamericano para generar atmósferas inquietantes y tensas, oníricas desde el absurdo y la incapacidad de abordarlas desde la razón.

Atmósferas vehiculadas a través de imágenes poderosas y diferentes que, en el caso de "Eraserhread", emparentan con ambientes grotescos y exageradamente simbólicos muy propios del blanco y negro del cine mudo y del cine de la República de Weimar.

Atmósferas opresivas en las que lo otro, lo que se aparece, presenta u ofrece, es siempre un inquietante presencia misteriosa cuya razón de ser está siempre en la mirada que construye la realidad fílmica de lo narrado.

En el cine de Lynch, el sujeto narrativo nunca controla las historias que protagoniza.

Por el contrario, termina siendo una victima de ellas, de sus propios demonios y fantasmas que terminan devorando esa perspectiva ordenada de relato irrumpiendo por las resquebrajaduras y zonas oscuras que la conciencia que cuenta no puede controlar para imponer un relato más igualitario y siempre menos complaciente con esa visión ordenada que ofrece esa racionalidad.

Para Lynch el orden de lo narrado es un imposible que siempre termina tendiendo a la entropía que supone la aparición de la sombra del que narra, otro interlocutor portador de un valor de verdad cuyo precio es el sin sentido más absoluto de la historia.

"Eraserhead" es toda una opera prima que ya muestra en su relativamente corto metraje toda la personalidad de Lynch en su esfuerzo por mostrar lo que sólo se insinúa.

"Eraserhead" ofrece una retrato ajustado de su propia inquietud, de su propio miedo en una etapa esencial de su vida como artista.

Y en cualquier caso se presenta como una magnífica manera de entender un cine de Lynch que sólo puede ser abordado con éxito desde lo poético y lo emocional.

Fundamental.

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