sábado, febrero 22, 2014

El último concierto

"El último concierto" termina como empieza: el cuarteto de cuerda que protagoniza la historia interpreta en paz, amor y armonía una pieza de música clásica.

Puede decirse que entre un momento y otro sucede la película para mostrarnos una inteligente puesta en obra de la complicada relación natural que guardan el orden y el desorden entre sí.

En "El último concierto" se transparente un discurso melancólico sobre la inevitable tendencia a la entropía, al desorden de todas las cosas y la precariedad de cada momento de estabilidad, de orden, que se produce siempre para no durar nunca demasiado.

En un principio Peter Mitchell (Christopher Walken) no puede seguir el ritmo de sus otros tres compañeros. La razón es un incipiente Parkinson cuyo diagnóstico, al ser conocido por los otros mimbros del cuarteto, se convertirá en una herida abierta por la que manará todo el desorden que se escondía latente tras la perfecta armonía del cuarteto.

Robert (Phillip Seymour Hoffmann) planteará a Daniel (Mark Ivanir) su necesidad de ser primer violín, este lo rechazará argumentando una incapacidad que Peter tomará como ofensiva, el matrimonio de Peter con Juliette (Catherine Keener) hará aguas como consecuencia de los esfuerzos de ella por lidiar en el conflicto... Y sucederán muchas más cosas en un crescendo de descontrol que finalmente parecerá pulverizar la posibilidad de existencia del cuarteto.

La tendencia al desorden luchará con la opuesta tendencia al orden a lo largo de la película hasta que los esfuerzos de Peter por continuar tocando generará una tendencia a la unión que cristalizará en ese final en el que la belleza de la música que interpretan se convierte en elemento catalizador de ese nuevo orden generado, que es un poco diferente al anterior porque el tiempo en definitiva ha pasado.

En este sentido, la propuesta de "El último concierto" es bastante compleja e intelectual para los tiempos en que vivimos pues en la línea de los románticos alemanes del XVIII propone el orden de lo estético como base fundamental para cualquier clase de acuerdo.

Escribe Schiller en sus "Cartas para la educación estética del hombre" que si el hombre lega a resolver alguna vez el problema de la política será a través de lo estético porque sólo en el reconocimiento intuitivo de lo que es bello, y por lo tanto bueno, se puede reconocer un grupo y la propia pertenencia al mismo como encarnación de un orden que se muestra evidente e inmediato ante el sentir de los que sienten por igual.

Y esto es lo que a mi entender nos muestra "El último concierto".

En el continuo hervor de la vida, el constante proceso de composición y descomposición como consecuencia inevitable del también inevitable paso del tiempo, el orden, la estabilidad siempre terminan imponiéndose a la opuesta tendencia a la destrucción, a través del mutuo reconocimiento de afinidades en el ámbito de lo no dicho, de lo que es percibido o sentido por igual.

Antes que la palabra, une el silencio cuando es compartido; un silencio que por supuesto tiene el efecto contrario cuando no es compartido.

Hay un discurso muy sabio sosteniendo "El último concierto".

Interesante.



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