lunes, febrero 24, 2014

Operación Palace

Ya nadie lo recuerda.

Bueno... ya nadie recuerda casi nada que no esté en una lista de la compra, pero cuando el 23 de febrero de 1981 el Teniente Coronel Tejero se subió al estrado y mando estarse quieto a todo el mundo mucha gente tuvo miedo, pero también otra mucha gente empezó a pensar en su lista para los pistoleros, listas que en su mayoría encabezarían personajes del comunismo recientemente legalizado como Santiago Carrillo o La Pasionaria.

Así estaban las cosas en aquella época.

ETA asesinaba al gobernador militar de Madrid, los militares amenazaban desde los titulares de los periódicos, la crisis económica era galopante, sin duda una situación mucho peor que la actual porque a la crisis económica se unía la incertidumbre política y social que toda una generación de franquistas que se sentían traicionados por el giro del régimen no se cortaban en transmitir.

Pero no busco hacer historia, quiero centrarme en ese miedo, un miedo que era consecuencia de años de lucha contra el franquismo en las universidades y en las fábricas, años en que la policía disparaba balas de verdad y no se sabía si se iba a salir con vida una vez se entraba en la comisaria.

Tengo la impresión de que el discurso crítico cada vez más potente en contra de la transición nos está llevando a meter toda aquella época en el mismo paquete, como si todo fuera tan mentira como creemos que fue la totalidad del proceso, pero no es así.

Sucedieron cosas que fueron reales, cosas que empiezan por ese miedo y que terminan en los asesinatos de estudiantes y gentes de izquierda llevadas a cabo por bandas de pistoleros de extrema derecha.

Aquello fue real y, sea verdad o mentira lo que sabemos de la Transición, la subida de Tejero al estrado pistola en ristre fue la culminación de todo aquel desaguisado social y, lo que es más importante, fue real.

Otra cosa es que la transición ya no nos sirva, pero manda narices que esta generación, la de Jordi Evole, se ponga por montera ese miedo.

No hay derecho a que esta generación que es incapaz de defender los derechos por los que lucharon sus padres y sus abuelos se permita el lujo miserable de frivolizar con ese miedo que fue la principal consecuencia de todos los años de lucha anteriores.

¿Y todo por qué?

Por lo visto es para que reflexionemos sobre algo que parece desconocíamos antes de ayer a las nueve y media de la noche: que la verdad brilla por su ausencia en los medios de comunicación.

Por lo visto no tenemos bastante con los ejemplos que la realidad nos brinda día a día empezando por la propia gestión del gobierno de Rajoy cuyas mentiras padecemos diariamente.

¿De verdad necesitamos reflexionar sobre esto? ¿Es que no lo sabíamos antes?

¿De verdad necesitamos que un periodista que ha hecho del descubrimiento de la verdad marca diferencial, en cuyo seno de presunta rectitud el iluso público televisivo ha encontrado una fuente de presunta autenticidad, traicione esa imagen en el que muchas esperanzas han encontrado amparo con un impresentable y contradictorio discurso sobre la verdad imposible?

¿No son más necesarios periodistas valientes que luchen y que en lugar de reconocer su impotencia peleen por decirnos quién nos miente y por qué?

¿Tan aburridos estamos que necesitamos echar unas risas a propósito de ese miedo al fascismo?

¿Cuál es el límite?

¿Hacemos coñas con los inmigrantes muertos en Ceuta?

Es una pena este país, un país incapaz de la dignidad de un "Novecento", pero absolutamente capaz de hacer ese engendro del salvese quien pueda que es "La Vaquilla", una astracanada bufa en la que no se sabe bien qué es lo que importa y que en su indefinición retrata lo peor del ser español.

Tenemos lo que nos merecemos.

La autoestima no está reñida con la diversión y el humor, pero también exige un ámbito de seriedad para las cosas que son irrenunciables: la sanidad y la educación públicas, la igualdad de género, cosas así, cosas que importan y precisamente porque mucho nos importan sin querer nos ponemos serios cuando hablamos de ellas.

Un país que se ríe de lo que no debe reírse es eso... un triste país de risa que sin embargo y en su soledad parece hacerse mucha gracia.

Tengo 47 años y me conozco este país.

Por eso sé con toda seguridad que esta generación, la que concibe como obra maestra la payasada de Evole, no soportaría una ración de esa misma medicina inspirada en la desoladora coyuntura de su presente, la que le corta la luz o le manda al paro,

Una ración de este miedo presente, tan miedo como el anterior, generaría la mayor de las indignaciones.

Una crisis dirigida por David Trueba, por ejemplo. La calculada orquestación de los desahucios y los suicidios como consecuencia de la acción de loa Illuminati y los extraterrestres... y todas las paridas que se nos ocurran.

El español es así.

Las risas siempre van a costa de los otros.

Y todo seguramente para competir con Risto Mejide la gran apuesta de Tele 5 en la misma franja horaria.

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