sábado, octubre 25, 2014

Perdida

Es complicado que un producto industrial incluya en si mismo la excepcionalidad que trae siempre consigo la obra personal, excepcionalidad como consecuencia de la transmisión de un punto de vista reflexivo y personal que aporte la necesaria dimensión de trascendencia que permite precisamente que la obra trascienda la mera condición de producto serial e intercambiable.

No obstante, "Perdida" incluye elementos interesantes en el entramado que soporta la historia que se nos muestra.

En este sentido, y como he leído por ahí, es bastante hitchcockiana. El orondo maestro combinaba casi siempre con tremendo acierto el fondo con la forma. No sólo tenía el don de saber contar historias, cocinar los aspectos formales que construyen la narración, sino también sabía de dónde sacarlas. Hitchcock sabía construirlas sobre la base de fuentes energéticas poderosas relacionadas con los aspectos más sombríos de la naturaleza humana que cargaban de valor y fascinación la superficie de sus personajes y las tramas en que se desenvolvían.

Más que ningún otro Hitchcock fue capaz de utilizar eso que Jung llamaba "sombra" y que no es otra cosa que todo lo que dejamos a un lado y no reconocemos como nuestro en el afán de ser reconocidos y aceptados por lo demás.

Lo inconfesable y oscuro de la naturaleza humana son los motores que dotan de la necesaria energía a sus películas, energía que traspasa la pantalla y prende en el espectador que se convierte en una suerte de "voyeur" que espía por el ojo de la cerradura la posibilidad de ver lo que de otro modo no podría ser visto... incluso sin darse cuenta del por qué de su fascinación con lo que está viendo.

En este sentido, no es que Perdida nos muestre la compleja relación autodestructiva que se da en el seno de una institución social como el matrimonio o que nos muestre los mecanismos de construcción de la verdad en que se basan los medios de comunicación de nuestros días.

Todo eso es superficial.

Hay algo más importante.

Lo que Perdida nos muestra es el inevitable conflicto que se produce en la humana combinación de dos ejes, uno conceptual y otro más táctico o metodológico siempre al servicio de la persecución y alcance de lo que en cada momento consideramos que es el objeto de nuestro deseo. El primero tiene que ver la relación entre objetividad-subjetividad y el segundo con la relación entre verdad y mentira.

Demandamos que lo que nuestra subjetividad vea sea realmente un hecho incontrovertible, una verdad objetiva y para conseguirlo la mentira se convierte si es preciso en un arma táctica tan conveniente como la propia verdad.

Esto es lo que se hace, nunca lo que se dice.

Y por esto Perdida es tan hitchcockiana.

En este sentido, Amy la protagonista se convierte en un modelo aspiracional y extremo de individuo empoderado en la dirección egoísta e individualista de la persecución de su deseo.

En realidad, todos hemos sido Amy, persiguiendo algo que se nos escapa o castigando a algo que se niega al inmenso privilegio de ser deseado por nosotros, ese yo omnipotente protagonista de ese sentido, centro desde el que emana esa perspectiva a la luz de la que el mundo cobra sentido y razón.

El destino de todos los demás, personalizados en su marido Nick, es aceptar el destino ya escrito o ser destruido por el arrasador poder de la fanática verdad que quien le desea lleva consigo.

Y la película trabaja el placer inconfesable de ver cómo sufre aquello que se niega a plegarse a la voluntad de un deseo en su variante enloquecida y extrema. Y también el aún más inconfesable placer relacionado con el uso de cualquier medio para la consecución de ese fin.

Así, "Perdida" no es otra cosa que la prodigiosa escenificación metonímica de una manera de ser, la de ahora, la de nuestros días, como no podía ser de otra forma encarnada en un comportamiento criminal... porque, en realidad, con su falta de empatía hacia el otro y su necesidad de ser de otra forma a la prevista, lo es.

El crimen no está en los medios de comunicación social sino dentro de un sujeto que desea indiscriminadamente y que busca la autoritaria subordinación del mundo, de su realidad, a la proyección de su deseo.

La construcción de la imagen pública y el papel que juegan los medios de comunicación es sólo una manifestación de esa manera concreta de ser, especificación extrema de una ideología y de un sistema económico.

Brillante.


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