sábado, abril 11, 2015

Trono de sangre

El tremendo nihilismo que anima todo el cine del japonés Akira Kurosawa descansa en el concepto de la tragedia como algo inevitable.

Y es inevitable porque el hombre que las protagoniza siempre está a merced de sus propios impulsos, pero también de los acontecimientos externos. Elementos de procedencia interna como las pasiones y las emociones o de procedencia externa como el destino o el azar siempre se encargan de hacer imposible cualquier esfuerzo por evitar lo que es ineludible y eso que es ineludible es la entropía, el desorden o el caos.

Este proceso, casí fisico y por tanto a cuya influencia es imposible de escapar, convierten todos los esfuerzos del ser humano por producir un cierto orden en episodios pasajeros, condenados siempre al fracaso.

No es casualidad, por tanto, que el japonés Kurosawa conectase con la obra de alguien tan aparentemente alejado de su cultura como el inglés William Shakespeare. Lo inevitable de la tragedia es un elemento esencial de todas sus obras y recordemos aquella famosa frase que describe la vida como un cuento absurdo recitado a voces por un loco.

La conexión es total y por eso, sin lugar a dudas, "Trono de sangre" no sólo es la mejor adaptación que para el cine se ha hecho de "Macbeth" sino, a mi entender, de todas las adaptaciones que he visto de todas las obras de Shakespeare... Lo cual ya se que es mucho decir, pero me voy a mojar.

La medieval escocia por el medieval japón, las brumosas highlands por los intrincados bosques tan llenos de misterio y magia para la cultura japonesa, pero siempe el mismo hombre que Shakespeare propone: acarreando su levedad mientras intenta construir un sentido, intentando gobernar al incontrolable animal que lleva dentro pero siempre y a la postre dejándose llevar por el para desembocar en lo inevitable, en la tragedia.

La predicción que el espíritu del bosque, sobrecogedor en su apariencia procedente del teatro Noh, hace a Washizu (poderosamente encarnado por el gran Toshiro Mifune) será el gatillo que dispare el drama.

Una predicción que no obedece a ninguna razón, simplemente al placer que las fuerzas elementales encarnadas por ese espíritu sienten por desencadenar la fragilidad en el ser humano; una fragilidad que siempre está ahí, incluso dentro de dos aparentemente virtuosos defensores de su señor como son los samurais Washizu y Miki, que podrían ser los mejores de todos nosotros ya que con sus virtudes han sido capaces de revertir una situación de desventaja y derrota para los suyos y su señor.

Y sin duda este es el plus que Kurosawa se permite añadir a un discurso que ya es en sí genial. En la obra de Shakespeare nada se habla del pasado de Macbeth solo de su proceso de deterioro y abyección, pero Kurosawa nos cuenta quién es Washizu y le coloca en una posición de excelencia y honor definiendo una altura en la que inscribir la caída del personaje a su propio infierno personal.

Esto y la capacidad estética para subrayar que la cultura japonesa, desde el teatro Noh tiene para subrayar el drama.

Estos aspectos enriquecen aun más un relato que ya de por sí es inmensamente rico contextualizando y subrayándolo. Y si de subrayar hablamos nada como esa poderosa mirada animalesca y desatada de Toshiro Mifune, su protagonista.

"Trono de sangre" es una obra maestra.

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