sábado, mayo 30, 2015

Manuela Carmena no lee Juego de Tronos

Al final, el poder es un efecto. No es una causa.

Lo malo de la política actual es la necesidad de generar una mayoría de manera ficticia, táctica. prometiendo una cosa u otra.

Otra cosa es la política que plantea Podemos.

La política de la estrategia, de las mayorías sociales que se articulan en una presencia política en las instituciones.

Ambos ámbitos son diametralmente opuestos.

La articulación de esa mayoría, de esa transversalidad transformadora tiene su lugar fuera de la política, en el ámbito social donde como máximo se desarrolla la tarea pedagógica de poner un nombre a aquellas cosas que la gente siente y padece.

No hay que vencer, hay que convencer.

Y una vez que se convence, con esa mayoría articulada, es cuando llega la hora de la política.

En este sentido, el posicionamiento de Podemos en la arena política, un posicionamiento impaciente que da por hecho la existencia de una mayoría social es preocupante.

Y en este contexto tiene sentido la admiración que su líder, Pablo Iglesias, tiene por Juego de Tronos.

En esta historia prima la visión instrumental del poder, una visión muy de la vieja política, en la que prima la táctica de alcanzar el poder. Así, las continuas idas y venidas de las diferentes familias en torno al trono de hierro son una clara extensión de la lucha política en nuestras sociedades democráticas occidentales.

La moral queda fuera de un peligroso y mortal juego darwinista de supervivencia en el que el más fuerte triunfa.

Prima más la erótica del esfuerzo por alcanzar el trono, que la propio erótica del trono, del poder mismo, como si esa jefatura estuviese vacía de un contenido que traen consigo aquellos que lo ocupan.

¿Qué significa ocupar ese trono? ¿Cuál es su sentido? ¿Cuáles son las responsabilidades que acarrea?

Más que saberlo, nos lo imaginamos. Pero un discurso finalista consistente brilla por su ausencia porque ellos implicaría un planteamiento moral que inmediatamente alteraría las reglas del juego definiendo una clara línea que separa los aptos para ocuparlo de los que no lo son tanto.

Dicho todo esto no deja de ser llamativo por contradictorio que el líder de un movimiento tan carismático como Podemos muestre tanto interés por un relato que alaba lo instrumental del poder dejando de lado lo finalista.

Seguramente, debería encajarle más el planteamiento de "El señor de los anillos", en el que precisamente brilla lo finalista sobre lo instrumental, en el que claramente hay un bien y un mal y en el que la victoria, la final coronación del Rey de los Hombres es una consecuencia de un proceso de unión entre los portadores del bien moral que se produce precisamente fuera de la política.

En "El señor de los anillos" precisamente ocupa un lugar esencial un discurso acerca de la responsabilidad que implica estar en lo cierto, ser portador de un valor de verdad. Y este es un elemento esencial de todo planteamiento carismático que busca en una sociedad la transversalidad suficiente para abrir un nuevo mundo sobre el presente.

Todo esto no aparece en el mundo de Juego de Tronos.

Nadie quiere cambiar el orden existente para sí mismo y los otros sino ocupar el poder para administrarlo en beneficio de sí mismo y de los suyos.

En este sentido, veo a los vanidosos lideres de Podemos fascinados además con la amoralidad de la política como juego estratégico y, por supuesto, maquiavélico.

Obsesionados por cómo ganar cuanto antes, dejando de lado la posibilidad de que el abuso de la táctica desnaturalice las posibilidades estratégicas de la victoria.

Y cuando escribo esto quiero destacar el olvido de la necesidad de educar en favor de esa transversalidad, aspecto que fácilmente puede llevar a un análisis cuya conclusión sea que aún no se dan las condiciones objetivas para esa transversalidad, aspecto cuya realidad viene a reforzar la distorsionante aparición de Ciudadanos arrebatando a Podemos una sensibilidad moderada cuya moderación se impone al sentimiento de una necesidad de cambio.

En este sentido, me preocupa una obsesión por ganar pronto y ya. llegando al poder mucho antes de que esa mayoría transversal se forme porque lo que obtendremos será una variante moderna de la social-democracia con todo lo que implica a largo plazo de absorción por el sistema.

En este sentido, las declaraciones de Manuela Carmena hablando de dimitir y de irse a casa en el caso de no tener el respaldo de la gente me parecen portadoras de esa visión finalista de la política. Porque el cambio verdadero sólo puede hacerse desde el verdadero convencimiento, un convencimiento que sólo puede proceder de la educación en una nueva sensibilidad.

La política siempre viene después.

Es una consecuencia.

Y no se por qué pero estoy convencido de que Manuela Carmena no ha leído Juego de Tronos ni le gustaría nada si lo leyese.

Sólo puede abrirse un nuevo mundo desde una posición moral que define el bien y el mal y en este proceso es mucho más importante mantener intacta esa nueva visión de las cosas, mantener inaltrable la línea que separa lo correcto de lo incorrecto que moverla, acercarla y alejarla, sólo para alcanzar el poder.

De nada valdrá el poder a una formación como Podemos si pierde el valor de verdad que la anima y ampara.

Si cedes, te conviertes rápidamente en uno más.

Y sobre esto ya existe en la izquierda el precedente de los social-demócratas.

Hay que leer más "El señor de los anillos".

Importa más que el poder que se ocupa, la calidad de aquel que lo ocupa y esa calidad no viene de la fuerza o la astucia sino del valor moral que inspira sus palabras y actos.

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