martes, julio 21, 2015

“Lo que Mill decía parece absolutamente obvio, pero sólo lo fue después de que él lo dijera. No importaba que la acción natural de la sociedad deprimiera los salarios, que igualara los beneficios o elevara las rentas, ni ninguna otra cosa, fuera lo que fuese. Si a la sociedad no le gustaban los resultados naturales de sus actividades, le bastaba con cambiarlas. La sociedad podía imponer tasas o conceder subsidios, expropiar y redistribuir, podía donar toda su riqueza a un rey o montar una gigantesca obra de beneficencia; podía prestar la debida atención a los incentivos o –a su riesgo- ignorarlos. Pero, hiciera lo que hiciese, la distribución no era correcta, o al menos no era una distribución que la economía pudiese explicar. Para justificar de qué manera una sociedad compartía lo que producía no se apelaba a leyes, simplemente los hombres compartían su riqueza como consideraban adecuado.”

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