miércoles, enero 06, 2016

Steve Jobs

Nada malo podía salir de la colaboración entre dos genios: Aaron Sorkin a cargo de las palabras y Danny Boyle, de las imágenes.

El resultado de su trabajo conjunto es esta magnífica "Steve Jobs" quién a su vez está consagrada a componer el retrato de uno de los genios de la sociedad de la información en la que los estratos más privilegiados del planeta vivimos.

El enfoque me parece genial.

La película está estructurada en tres actos que se corresponden con el lanzamiento de los tres primeros productos de cuya conceptualización Jobs fue responsable: Macintosh, Next y el definitivo iMac que devolvió a Apple a una posición de liderazgo que ya no ha abandonado.

En cada uno de esos tres momentos, y a través de una serie de personajes que salen al paso firme del protagonista, Sorkin aprovecha para pasar revista a la compleja personalidad de Jobs, la personalidad de un genio que resulta difícil e incomprensible para todos aquellos que le rodean.

Todo es brillante en "Steve Jobs", la manera en que se cuenta (Sorkin vuelve a resultar excepcional componiendo diálogos llenos de inteligencia) pero también, y fundamentalmente, lo que se cuenta. En este aspecto, la película pone por obra el fenómeno de eso que se llama genio en estado puro.

Una genialidad que se manifiesta en lo que en un momento de la película se llama "campo de distorsión de la realidad" y que no es otra cosa que a manera especial, heterodoxamente enfocada de ver las cosas que Jobs tiene. Una manera que sirve para producir lo que Jobs produce pero también complica su propia vida y sus relaciones con lo demás.

En este sentido, para bien o para mal, Jobs no puede disociarse de sus "visiones", de su manera peculiar de entender las cosas que le lleva a pensar el hardware y el software para internet antes de que este llegue, pero también le conduce a complicadas e inexplicables relaciones con todos aquellos que le rodea, especialmente con Lisa, la hija de su primera relación.

Con estos mimbres, Sorkin juega de manera excepcional para componer un Steve Jobs fascinante, propietario de un peligroso encanto que se apodera del espectador del mismo modo que lo hace con todos esos personajes que pululan a su alrededor y que constantemente son repelidos y atraídos por su compleja personalidad.

Para Sorkin, los designios de la genialidad son inescrutables y ese es precisamente su encanto... cuando dejan de serlo y se revelan con resultados precisos y perfectos.

El magnífico final de la película se construye en torno a ese poderoso efecto.

De lo mejor del año cinematográfico que ya ha terminado.

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