domingo, julio 03, 2016

Pat Garrett y Billy the Kid

Una de las pocas cosas que tengo claras es que tengo que volver a ver una película de Sam Peckinpah de vez en cuando.

Su figura siempre se aborda desde el conflicto y la violencia. Por un lado, se le considera como una especie de maestro a la hora de dar a la violencia una cierta entidad, una cierta pátina que la puede hacer admisible en su presentación por exceso y por otro, su figura se aborda desde la perspectiva de un director maldito, siempre a la greña con el dinero de Hollywood y por lo tanto un perdedor incapacitado por llevar a la práctica las películas que tenía en la cabeza y en el corazón.

Y aún siendo verdades como puños, no creo que estos aspectos sean los relevantes a la hora de considerar la obra de Peckinpah.

Porque por encima de todo, Peckinpah es un autor, una imposible "rara avis" que, contra todo y todos, intentó hacer su cine a espaldas de todo lo que no fuera su cabeza y su corazón.

Un autor a la europea, con un mundo propio, lleno de una poesía elegíaca que construye sobre el eterno lamento por lo que se pierde un discurso desesperado y nihilista centrado en ese "Why not" que sus personajes repiten como un mantra transversal en todas sus películas.

En este mundo en el que el tiempo siempre pasa demasiado pronto sorprendiendo a sus personajes en posiciones desesperadas como consecuencia de intentar seguir siendo, la violencia sólo es un medio para expresar ese fin, un lenguaje a través del cual afirmar una determinada posición y expresar al mismo tiempo su dramática imposibilidad.

Peckinpah construye todo su discurso sobre eso que Georges Bataille llamaba " el consumo intenso de la vida", de una efervescencia general cuya raíz se expresa con un verso del poeta griego Yorgos Seferis: "Todo busca quemarse".

Peckinpah profundiza en nuestra sombra, encuentra un sentido a todas esas cosas que rechazamos de nosotros como seres humanos concibiendo la violencia como una expresión extrema de ese inevitable conflicto entre nosotros y el tiempo.

Y en ninguna película de su filmografía está tan claramente expresado ese carácter elegíaco como en "Pat Garrett y Billy the Kid" que para mi gusto presenta algunos aspectos como de tragedia griega presentando a los dos personajes protagonistas como representativos de dos maneras antagónicas de enfrentar el paso del tiempo.

Garrett intenta adaptarse mientras Billy the Kid se mantiene firme a un estilo de vida que los tiempos parecen haber dejado atrás.

El pragmático y el idealista.

Los dos sólo intentan seguir viviendo.

Y lo mejor del punto de vista de Peckinpah es que no hay nada personal entre ellos.

Sólo son maneras de seguir intentandolo cuando los tiempos cambian.

Simplemente no pueden evitar ser lo que son.

Obra maestra.

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