Desde un punto de vista estricto de moral cristiana no se si está bien no perdonar por parte de las víctimas a los terroristas que demandan su perdón, sobre todo en algunos casos en los que algunos de los familiares de las victimas contemplan la posibilidad más o menos remota de que los asesinos sean sinceros.
Entiendo que es difícil el tema del perdón, pero tiene gracia que los que están dispuestos a defender la eliminación del derecho al aborto y sin embargo no exista una opinión, o por lo menos un debate estrictamente moral, en un tema tan duro, y desgraciadamente tan politizado como el terrorismo.
Recuerdo ahora mi infancia y en ella a un viejo profesor de religión que nos decía que ante la duda nos preguntásemos que hubiera hecho Jesucristo en nuestro lugar.
Y entiendo que las víctimas no perdonen, seguramente es pedirles demasiado, pero no me gusta el hecho de que la ciega inflexibilidad moral aplicada a unas cosas y no a otras se deduce la posibilidad de que una chica de diecinueve años tenga que pagar para el resto de su vida el error de una noche.
Y escribo ésto no pensando tanto en las víctimas, muchas de ellas no serán católicas o, si lo son, están en su humano derecho de no estar a la altura de la perfección.
Me refiero a los medios de comunicación que han abrazado la bandera de la religión y la moral que de ella se deduce como arma política y también al cobarde silencio de la propia iglesia católica como institución.
Tan proclives a exhibiciones morales en unos temas y también tan proclives al silencio en otros, como en este concreto tema del perdón.
Entiendo que es difícil el tema del perdón, pero tiene gracia que los que están dispuestos a defender la eliminación del derecho al aborto y sin embargo no exista una opinión, o por lo menos un debate estrictamente moral, en un tema tan duro, y desgraciadamente tan politizado como el terrorismo.
Recuerdo ahora mi infancia y en ella a un viejo profesor de religión que nos decía que ante la duda nos preguntásemos que hubiera hecho Jesucristo en nuestro lugar.
Y entiendo que las víctimas no perdonen, seguramente es pedirles demasiado, pero no me gusta el hecho de que la ciega inflexibilidad moral aplicada a unas cosas y no a otras se deduce la posibilidad de que una chica de diecinueve años tenga que pagar para el resto de su vida el error de una noche.
Y escribo ésto no pensando tanto en las víctimas, muchas de ellas no serán católicas o, si lo son, están en su humano derecho de no estar a la altura de la perfección.
Me refiero a los medios de comunicación que han abrazado la bandera de la religión y la moral que de ella se deduce como arma política y también al cobarde silencio de la propia iglesia católica como institución.
Tan proclives a exhibiciones morales en unos temas y también tan proclives al silencio en otros, como en este concreto tema del perdón.
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