YELLOW SUBMARINE
No puedo imaginar lo que en su momento debió ser ver "Yeloww submarine" en pantalla grande.
Para un público acostumbrado a un concepto conservador de la animación cinematográfica comercial, la psicodélica explosión de colores y formas que despliega "Yellow submarine" debió ser una pasada total.
Todavía lo es y eso que han pasado más de cuarenta años en tiempo y propuestas de animación cinematográfica.
Los Blue meanies (algo así como los malitos coñazo) invaden la utopía de Pepperland, un lugar lleno de vida, música y color, una especie de eterno "happening" campestre en el que la despreocupación, la música y el vino son la única razón de ser y estar. A los mandos de un submarino amarillo el joven Fred consigue escapar en busca de ayuda, una ayuda que encontrará en los Beatles, alter ego de la Sargent Pepper's Lonely Hearts Club Band que ameniza también eternamente ese "happening".
Con un brutal despliegue de creatividad y color (y una gran cantidad de juegos de palabras cuando no directamente chistes malos que tienen que resultar muy difíciles de traducir), "Yellow submarine" nos cuenta ese viaje del submarino amarillo y la nueva batalla que la alegría mantiene contra la tristeza encarnada esta vez en el coñazo azul que representan los "Blue Meanies".
No hay mucho más... ni mucho menos.
"Yellow submarine" es una película leve, suave, blanca, como el humo que despide la marihuana. Una historia de buenos y sus malos que parece no tomarse en serio, pero que despliega en su manera de producirse un mensaje claro y preciso. Verdadero documento de una manera de entender la vida y las cosas desde la felicidad, la positividad y la despreocupación, puro "swinging" británico que fue la respuesta Europea al movimiento "hippy" norteamericano.
El sueño de la sociedad de consumo generó este hermoso monstruo, pura espuma chispeante destellada de esa ola que rompió, hace ya demasiado tiempo, sonando a la maravillosa música de los Beatles..
No está mal recuperarla ahora que los "Blue meanies" han vuelto. Reagrupados en el parquet de las bolsas y tras las mesas de los consejos de administración atacan de nuevo enarbolando la temible bandera de su terrible realidad de mierda sin saber que ellos mismos son sus primeras víctimas.
Porque, y en lo social, la realidad no es algo que se impone de manera natural. En lo social, como bien plantea Habermas, todo es posible y no hay nada que no pueda ser revertido o modificado, basta con estar de acuerdo y ponerse manos a la obra para cambiarlo.
Cuando hay algo que no se puede cambiar por detrás siempre funciona la incomunicación o, lo que es peor, la comunicación/imposición de un particular interés, es decir, la dominación.
We should live in a yellow submarine... En realidad somos nosotros y no la realidad quienes nos lo impedimos constantemente.
No puedo imaginar lo que en su momento debió ser ver "Yeloww submarine" en pantalla grande.
Para un público acostumbrado a un concepto conservador de la animación cinematográfica comercial, la psicodélica explosión de colores y formas que despliega "Yellow submarine" debió ser una pasada total.
Todavía lo es y eso que han pasado más de cuarenta años en tiempo y propuestas de animación cinematográfica.
Los Blue meanies (algo así como los malitos coñazo) invaden la utopía de Pepperland, un lugar lleno de vida, música y color, una especie de eterno "happening" campestre en el que la despreocupación, la música y el vino son la única razón de ser y estar. A los mandos de un submarino amarillo el joven Fred consigue escapar en busca de ayuda, una ayuda que encontrará en los Beatles, alter ego de la Sargent Pepper's Lonely Hearts Club Band que ameniza también eternamente ese "happening".
Con un brutal despliegue de creatividad y color (y una gran cantidad de juegos de palabras cuando no directamente chistes malos que tienen que resultar muy difíciles de traducir), "Yellow submarine" nos cuenta ese viaje del submarino amarillo y la nueva batalla que la alegría mantiene contra la tristeza encarnada esta vez en el coñazo azul que representan los "Blue Meanies".
No hay mucho más... ni mucho menos.
"Yellow submarine" es una película leve, suave, blanca, como el humo que despide la marihuana. Una historia de buenos y sus malos que parece no tomarse en serio, pero que despliega en su manera de producirse un mensaje claro y preciso. Verdadero documento de una manera de entender la vida y las cosas desde la felicidad, la positividad y la despreocupación, puro "swinging" británico que fue la respuesta Europea al movimiento "hippy" norteamericano.
El sueño de la sociedad de consumo generó este hermoso monstruo, pura espuma chispeante destellada de esa ola que rompió, hace ya demasiado tiempo, sonando a la maravillosa música de los Beatles..
No está mal recuperarla ahora que los "Blue meanies" han vuelto. Reagrupados en el parquet de las bolsas y tras las mesas de los consejos de administración atacan de nuevo enarbolando la temible bandera de su terrible realidad de mierda sin saber que ellos mismos son sus primeras víctimas.
Porque, y en lo social, la realidad no es algo que se impone de manera natural. En lo social, como bien plantea Habermas, todo es posible y no hay nada que no pueda ser revertido o modificado, basta con estar de acuerdo y ponerse manos a la obra para cambiarlo.
Cuando hay algo que no se puede cambiar por detrás siempre funciona la incomunicación o, lo que es peor, la comunicación/imposición de un particular interés, es decir, la dominación.
We should live in a yellow submarine... En realidad somos nosotros y no la realidad quienes nos lo impedimos constantemente.
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