Y es que a veces, por pasarnos o por no llegar, nos empeñamos en vivir... más de lo necesario.
Del mismo modo que uno es dueño de su vida, debería serlo de su muerte, pero, normalmente, no solemos poseer ni la una ni la otra. Es complicado... y quizá se trate de otra historia, pero no solemos pertenecernos tanto, aunque se nos llene la boca de palabras como libertad y libre albedrío.
En cualquier caso, "Mar adentro" se me antoja la mejor película de Alejandro Amenabar, su minusvalorado director.
Sin duda alguna, el principal valor de la película como artefacto narrativo es haber convertido la historia de Ramón Sampedro, que tanto se presta para ser convertida en una lacrimógena película para televisión de esas que ponen en las sobremesas, en algo mucho más potente y trascendente.
Como solemos vivir de espaldas a la vida, también vivimos de espaldas a la muerte y el sólo planteamiento de la necesidad de morir como un derecho nos sorprende, nos pilla con el paso cambiado entre nuestro trabajo y el Carrefour.
Y también, como para todos los heterodoxos y Sampedro es uno de ellos, nuestro mundo de la media aritmética no tiene respuestas... porque tanto para vivir como para morir cada uno debe encontrar preguntas y respuestas que son, personales e intransferibles, de su absoluta propiedad, a diez mil kilómetros de distancia de la más atrevida página de Paulo Coelho.
Bien dirigida, bien escrita y bien interpretada... No sólo por Javier Bardem, que está espectacular, sino por todo el elenco de ilustres desconocidos, actores secundarios del cine español como el eminente Celso Bugallo... "Mar adentro" es una película emocionante y redonda que tiende suavemente su mano firme a todo aquel que quiera estrecharla.
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