domingo, febrero 19, 2012

LA DOCTRINA DEL SHOCK

No tengo la menor duda de que "La doctrina del shock" es un libro para la historia.

El texto de Naomi Klein, algún día, será un libro para entender buena parte de la historia económica, política y social de la última mitad del siglo XX... y siempre que las propias sociedades sean capaces de controlar a aquellos neoliberales que el propio libro critica impidiendo que terminen destruyéndolas.

El telón de acero cayó para un lado liberando la locura del pensamiento neoliberal y debe caer del otro para literalmente aplastarlo... porque queda un monstruo suelto, un monstruo voraz y destructivo que se las ha arreglado durante un tiempo para convencernos a todos que no es tal.

El libro no hace otra cosa que seguir en el tiempo las huellas de los desmanes y destrozos que ha provocado ese monstruo por diferentes lugares del planeta... Desde Sudamérica hasta el Golfo Pérsico, que fue su última parada hasta que pudo atreverse con Europa que ahora está padeciendo sus indiscriminadas dentelladas.

Y tiene un punto de obra policial "La doctrina del shock".

La autora se desplaza por distintos momentos de la historia, por distintos lugares del globo que son escenarios del crimen de un asesino cuyas pautas va identificando mediante el análisis del mismo escenario. Un monstruo que nació en Chicago, que fue construido por el economista monetarista Milton Friedman con los pedazos del pensar de diferentes economistas clásicos y neoclásicos, y que encontró su arma favorita en las técnicas de contraterrorismo y tortura que estudiosos científicos universitarios desarrollaron para las terminales de acción de los Estados Unidos.

El concepto psicológico de generar un shock para debilitar las defensas de los interrogados en algún momento se cruzó con la convicción de que el mejor momento para hacer cambios que la gente no aceptaría en momentos normales es precisamente un momento de shock.

Si se quiere intervenir sobre las personas y las sociedades, la mejor manera es cuando estas pierden el firme suelo que proporcionan los esquemas habituales sobre los que se sustentan personalidades y estilos de vida. Y en este aprovechamiento del shock los economistas monetaristas se han convertido en consumados maestros asesorando a diferentes gobiernos que por todo el mundo se han impuesto violentamente a sus sociedades para asesorarles en la implementación de un ideario que de ningún modo hubiera sido aceptado por aquellas en condiciones normales, puesto que generaba sociedades desiguales en la que los poderosos se enriquecían.

Sin importarles cualquier consecuencia que vaya más allá de lo económico los economistas monetaristas han implementado sus recetas teóricas sobre realidades descomponiéndolas en estructuras desiguales que eran controladas de forma dictatorial por una élite gobernante que en la mayoría de los casos se enriquecieron con la corrupción.

Y para sociedades más estables, que era difícil que cayeran en situaciones de descomposición política, el siguiente paso fue colonizar el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para invertir el propósito para el que fueron creados convirtiéndoles en agentes de ese cambio con el mecanismo de comprometer prestamos sobre la base de generar en los gobiernos deudores el compromiso de unas reformas que acarreaban consecuencias sociales del mismo cariz.

Unas reformas que generan desigualdades sociales, débiles lanzados a su suerte dentro de una realidad cuyas reglas del juego define un modo de pensar que no les toma en consideración.

Seguramente hay un algún aspecto criticable en el libro, pero lo que a mi entender no tiene la menor duda es la visión global: la critica a un totalitarismo llamado monetarismo cuya última victima está siendo le opulenta y antaño intocable Europa.

Sí, un totalitarismo moral.

El siglo XX aún no ha terminado.

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