Supongo que se nos olvidó de que iba ésto.
Habían dejado de matar. Seguramente, no lo hacían porque no podían, pero vivíamos la ausencia de los muertos y se nos olvidó la sangrienta mecánica que gobernaba la trama de este infierno.
Han tenido que coser a balazos a este pobre hombre casi delante de su mujey de su hijo para que volvamos a tener el traumático encuentro con la absurda nada que se esconde tras el argumento de la violencia etarra.
Se nos había olvidado a todos que ese hombre ha sido asesinado por nada, que su muerte será en balde y que su sangre se ha derramado sobre el gris asfalto sólo para recordar a quién corresponda que hay un tema pendiente por resolver. Una especie de brutal "qué hay de lo mío" en esta España de titulares y cesantes.
Se nos había olvidado y por éso otras cosas empezaron a ser importantes: matices, puntos de vista, intereses, ... Y el juego de la política acabó extendiéndose en esta vergonzosa España que tenemos sobre este tema hasta entonces intocable.
Mala cosa es el olvido.
Es cierto que no es el momento de buscar responsabilidades, pero tampoco lo será más adelante. Nadie asumirá errores pasados. Dejará pasar el tiempo y se limitará a esconder sus miserias aireando las del contrario en el momento oportuno.
Mala cosa es que no haya un lugar más allá de la política donde la propia vergüenza lleve a la asunción de los propios errores en temas tan importantes.
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