"Como una helada cae la destrucción sobre el mundo que está hundiéndose y que se halla repleto de lamentaciones porque hayan pasado ya los buenos tiempos. Tales lamentaciones no tienen fin, como tampoco lo tiene el tiempo; en ellas encuentra su expresión el lenguaje de la vejez. Pero,aunque cambie mucho la configuración y se alternen sus representantes, es imposible que disminuya la suma, el potencial de vitalidad. Unas fuerzas nuevas vienen a llenar los espacios abandonados. Para mencionar una vez más el caso de la pólvora negra, se han conservado bastantes documentos que deploran la demolición de los castillos, es decir, de las sedes de una vida orgullosa e independeinte. Pero pronto aparecen los hijos de la nobleza en los ejércitos de los reyes; unos hombres diferentes combaten por unas cosas diferentes en unos ejércitos diferentes. Lo que perdura es la vida elemental y sus motivos; lo que siempre cambia es, empero, el lenguaje en que se traduce la vida, la asignación de los papeles en los cuales se repite el gran juego. los héroes, los amantes, los creyentes no se extinguen; en cada una de las edades vuelven a ser descubiertos y, en este sentido, el mito emerge en todos los tiempos"
(El trabajador, Ernst Jünger, Fragmento, pp 93.94)
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