lunes, abril 26, 2010

"Pocos dudan ya de que se cometieron crímenes parecidos en ambos bandos, pero tampoco nadie debería dudar de que las ideas por las que se combatió en uno y otro lado no pudieron ser más diferentes, en el de la República por los principios de la Ilustración (libertad, igualdad y fraternidad), fundamento de las democracias modernas, y en el de los sublevados por la conculcación de esos mismos principios, con la participación decisiva de curas, militares y capitalistas, aunque con frecuencia muchos republicanos no fuesen demócratas ni todos los que se pusieron junto a los fascistas fuesen fascistas. Podrán discutirse otras cuestiones (y llevan discutiéndose setenta años), pero esos son los hechos que hacen imposible toda simetría y que no tienen que ver ni con la lógica de la venganza en la que parece que algunos todavía están presos (sobre todo hablistas hertzianos y políticos) ni con esa equidistancia de la indiferencia."
(Causa general II, Andres Trapiello)


Y esta es la gran falacia.
Este es el origen del planteamiento de buenos y malos que enturbia la visión de nuestro pasado cada vez menos reciente.
Sobre el papel de la teoría este argumento tiene entidad, pero en absoluto la tiene sobre la realidad de los hechos históricos. Porque lo que se abría paso en el final de la república era el germen de un proceso revolucionario de carácter totalitario en el que comunistas, socialistas y anarquistas ya empezaban luchar por el control de los mandos... y continuaron luchando durante la propia guerra hasta el punto de que, en realidad, hubieron dos guerras civiles: la que lucharon republicanos contra golpistas y la que mantuvieron dentro de las filas republicanas comunistas, socialistas y anarquistas.
Pero ni una palabra sobre este complejo asunto en determinadas personas, en determinados periódicos.
No interesa.
En el comienzo del verano de 1936 la autoridad de la República era más nominal que real. La gente se mataba en las calles casi todos los días. Basta leer las memorias de personajes tan poco dudosos como Josep Pla o Luis Buñuel, para encontrar un caótico cuadro de desorden y locura que hablaba del fracaso de un régimen que, en su debilidad, sólo podía caer en manos fascistas o comunistas... Y sucedió lo primero tras tres años de cruento conflicto fratricida, pero no cabían más posibilidades en la exigua caja negra de la República con las democracias europeas manteniéndose al margen, una posición que se debía tanto a la complicada situación geoestratégica del continente como a la desconfianza en la viabilidad de un régimen cada vez más en manos de partidos de masas de izquierda.
Olvidar estas realidad y limitarse a hablar de libertad, igualdad y fraternidad es perverso.
Las ideas no absuelven por si solas. No es suficiente con invocarlas. Siempre hay que estar a su altura con actos.

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