La ciudad está llena de oficinistas
que deambulan perdidos
las calles y los parques
mientras se desvanecen en el aire,
conforme arrecia la helada lluvia
y avanza la mañana imparable.
Y un fantasmal asombro
les sobrevive tranquilo,
paseando sonámbulo
esas mismas calles
y esos mismos parques
como el humo perdura fugaz
aunque ya no quede vestigio de llama alguna.