El cine de artes marciales no es lo mío.
Reconozco que me faltan claves para comprender la historia que subyace tras el maravilloso repertorio de imágenes, palabras y miradas que componen este "The Grandmasters" del maestro Wong Kar Wai.
Por lo visto está basado en la historia real de un maestro de artes marciales llamado IP Man que incluso llegó a ser maestro de Bruce Lee... Ni idea.
Imagino que muchas de las cosas que pasan, y que hasta cierto punto, hacen de la película un hermoso pero incomprensible puzzle de vibrante intensidad tienen su razón de ser si uno conoce la vida de este señor, pero a mi se me escapan.
Incluso puedo llegar a entender, a la vista de la compleja y casi siempre ininteligible red de personajes, y situaciones que los vinculan, que Wai presenta en este "The grandmasters", a aquellos que perciben en el direrctor hongkonés una cierta incapacidad para contar historias, basándose en el más que evidente problema con la linealidad. Un aspecto que, sin embargo, el director hongkonés ha convertido en su mayor virtud. Porque Wai no aspira a contar historias. Su mayor interés está en contar emociones, generar momentos de intensa emocionalidad, envolviéndolas en le maravilloso papel celofán de unas imágenes fascinantes que casi siempre se bastan por si solas para interesar.
Y en este sentido y en lo que respecta a esta película, Wai parece más interesado en generar un sentimiento melancólico, que al final de la película resulta poderoso y arrasador, convirtiendo a Yip, el maestro que protagoniza la película (magnificamente interpretado por Tony Leung), en una especie de superviviente de un tiempo que inevitablemente pasa ante los ojos del espectador.
No es casualidad que Wai recurra a la música de Ennio Morricone, una de cuyas mayores cualidades era la bella expresión musical de la melancolía, para uno de los momentos finales esenciales de la película, intertextualidades que suele practicar con frecuencia Wai.
The Grandmasters es la historia de un estilo de vida que pasa y de cuya presencia pasada, Yip se convierte en solitario testigo y superviviente, memoria presente en la que aún laten en la retina de Yip las huellas dejadas por todos los que habitaron aquel pasado.
Asi la película transita desde el esplendor casi irreal del kung-fu de la China de preguerra al más cotidiano y gris Hong-Kong de la década de los cincuentas del siglo pasado, sin que, fiel a su talento para construir imágenes fascinantes, nada de lo que el espectador ve deje de resultar hermoso.
En resumen, Wai en estado puro.
Reconozco que me faltan claves para comprender la historia que subyace tras el maravilloso repertorio de imágenes, palabras y miradas que componen este "The Grandmasters" del maestro Wong Kar Wai.
Por lo visto está basado en la historia real de un maestro de artes marciales llamado IP Man que incluso llegó a ser maestro de Bruce Lee... Ni idea.
Imagino que muchas de las cosas que pasan, y que hasta cierto punto, hacen de la película un hermoso pero incomprensible puzzle de vibrante intensidad tienen su razón de ser si uno conoce la vida de este señor, pero a mi se me escapan.
Incluso puedo llegar a entender, a la vista de la compleja y casi siempre ininteligible red de personajes, y situaciones que los vinculan, que Wai presenta en este "The grandmasters", a aquellos que perciben en el direrctor hongkonés una cierta incapacidad para contar historias, basándose en el más que evidente problema con la linealidad. Un aspecto que, sin embargo, el director hongkonés ha convertido en su mayor virtud. Porque Wai no aspira a contar historias. Su mayor interés está en contar emociones, generar momentos de intensa emocionalidad, envolviéndolas en le maravilloso papel celofán de unas imágenes fascinantes que casi siempre se bastan por si solas para interesar.
Y en este sentido y en lo que respecta a esta película, Wai parece más interesado en generar un sentimiento melancólico, que al final de la película resulta poderoso y arrasador, convirtiendo a Yip, el maestro que protagoniza la película (magnificamente interpretado por Tony Leung), en una especie de superviviente de un tiempo que inevitablemente pasa ante los ojos del espectador.
No es casualidad que Wai recurra a la música de Ennio Morricone, una de cuyas mayores cualidades era la bella expresión musical de la melancolía, para uno de los momentos finales esenciales de la película, intertextualidades que suele practicar con frecuencia Wai.
The Grandmasters es la historia de un estilo de vida que pasa y de cuya presencia pasada, Yip se convierte en solitario testigo y superviviente, memoria presente en la que aún laten en la retina de Yip las huellas dejadas por todos los que habitaron aquel pasado.
Asi la película transita desde el esplendor casi irreal del kung-fu de la China de preguerra al más cotidiano y gris Hong-Kong de la década de los cincuentas del siglo pasado, sin que, fiel a su talento para construir imágenes fascinantes, nada de lo que el espectador ve deje de resultar hermoso.
En resumen, Wai en estado puro.
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