No se puede hablar de Dallas Buyers Club sin hablar del trabajo de su protagonista, Mathew McConaughey.
Eso está claro.
Su interpretación con transformación física incluida, más de 20 kilos adelgazados, emparentan a McCanaughey con aquel Robert de Niro de finales de los setentas y principios de los ochentas, en el mejor momento de su carrera, que proyectaba una imagen de actor metódico y entregado capaz de llegar al extremo de transformarse físicamente para encarnar a un personaje. En el caso de De Niro este fue capaz de engordar otros veinte kilos como mínimo para interpretar al Jake La Motta en decadencia de "Toro Salvaje".
Y la verdad es que McConaughey está brillante, carismático y poderoso en su encarnación de un bala perdida, pura basura blanca, que lleva una vida miserable en torno al mundo del rodeo y que un buen día descubre que está enfermo de SIDA.
La película nos cuenta, no demasiado bien para mi gusto, la lucha que este pendenciero e indomable Ron Woodroof lleva a cabo contra su enfermedad, pero también contra un sistema de salud norteamericano que aliado a la legislación y la administración quiere convertirle en poco más que una cobaya humana en su empeño de encontrar una cura.
Como uno de esos caballos o toros que saltan indomables en las arenas del rodeo, Woodroof se resistirá a una tratamiento letal que se le quiere imponer y buscará su propia manera de curarse recurriendo a modos y maneras fuera de la ley de los que intentará sacar un beneficio creando un club de compradores de tratamientos alternativos, cosa que por cierto fue una práctica generalizada en la década de los ochentas del pasado siglo, época en la que el SIDA apareció como una plaga en el mundo entero.
Así, Woodroof conseguirá vivir siete años más allá del mes que los médicos le diagnosticaron en el momento de la detección de su enfermedad.
"Dallas Buyers Club" se abandona al talento de McConaughey lo cual es una apuesta segura, pero, y alrededor de la presencia carismática del protagonista, todo resulta demasiado frío y no me parece bueno, teniendo en cuenta el potencial dramático de la historia, que al terminar la principal conclusión tenga que ver con el talento del actor para encarnar un personaje tan difícil y extremo.
Creo que en "Dallas Buyers Club" hay una estupenda historia desaprovechada y oculta bajo el espectacular despliegue de talento de su protagonista.
Y debiera haber sido al revés.
El personaje tendría que estar al servicio de la historia, protagonizarla y no acapararla.
Esta habría sido la mejor manera de construir una película que, con todo lo terrible que en teoría cuenta, no se olvidase tan rápidamente como "Dallas Buyers Club".
Sobrevalorada.
Eso está claro.
Su interpretación con transformación física incluida, más de 20 kilos adelgazados, emparentan a McCanaughey con aquel Robert de Niro de finales de los setentas y principios de los ochentas, en el mejor momento de su carrera, que proyectaba una imagen de actor metódico y entregado capaz de llegar al extremo de transformarse físicamente para encarnar a un personaje. En el caso de De Niro este fue capaz de engordar otros veinte kilos como mínimo para interpretar al Jake La Motta en decadencia de "Toro Salvaje".
Y la verdad es que McConaughey está brillante, carismático y poderoso en su encarnación de un bala perdida, pura basura blanca, que lleva una vida miserable en torno al mundo del rodeo y que un buen día descubre que está enfermo de SIDA.
La película nos cuenta, no demasiado bien para mi gusto, la lucha que este pendenciero e indomable Ron Woodroof lleva a cabo contra su enfermedad, pero también contra un sistema de salud norteamericano que aliado a la legislación y la administración quiere convertirle en poco más que una cobaya humana en su empeño de encontrar una cura.
Como uno de esos caballos o toros que saltan indomables en las arenas del rodeo, Woodroof se resistirá a una tratamiento letal que se le quiere imponer y buscará su propia manera de curarse recurriendo a modos y maneras fuera de la ley de los que intentará sacar un beneficio creando un club de compradores de tratamientos alternativos, cosa que por cierto fue una práctica generalizada en la década de los ochentas del pasado siglo, época en la que el SIDA apareció como una plaga en el mundo entero.
Así, Woodroof conseguirá vivir siete años más allá del mes que los médicos le diagnosticaron en el momento de la detección de su enfermedad.
"Dallas Buyers Club" se abandona al talento de McConaughey lo cual es una apuesta segura, pero, y alrededor de la presencia carismática del protagonista, todo resulta demasiado frío y no me parece bueno, teniendo en cuenta el potencial dramático de la historia, que al terminar la principal conclusión tenga que ver con el talento del actor para encarnar un personaje tan difícil y extremo.
Creo que en "Dallas Buyers Club" hay una estupenda historia desaprovechada y oculta bajo el espectacular despliegue de talento de su protagonista.
Y debiera haber sido al revés.
El personaje tendría que estar al servicio de la historia, protagonizarla y no acapararla.
Esta habría sido la mejor manera de construir una película que, con todo lo terrible que en teoría cuenta, no se olvidase tan rápidamente como "Dallas Buyers Club".
Sobrevalorada.
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