jueves, mayo 01, 2014

El irlandés

Hay películas cuyo principal atractivo no está en lo que se cuenta sino en cómo se cuenta. Descansando sobre una cómoda y familiar estructura narrativa, se limitan a procesar los lugares comunes de una historia mil y una veces contada desde la genialidad de un punto de vista diferente

Dirigida en 2011 por John Michael McDonagh, "El irlandés" es una de estas películas.

Nos cuenta la historía de Gerry Boyle, un policía local del condado de Galway, cuya tranquila vida, tranquilidad irlandesa se entiende, se ve complicada por la aparición de una banda de traficantes internacionales de droga que quieren utilizar su condado como puerta de entrada a su país y de un agente del FBI que los persige.

Rebosante de acidez e ironía, "El Irlandés" sucede con encanto y gracia sobre la estructura narrativa de una de esas buddy movies y de polis justicieros, como "Arma Letal", que tan populares fueron en los ochentas del cine comercial norteamericano.

Choque de personalidades entre los dos policías que proceden de lugares muy diferentes, investigación policial y pelea final.

Nada que el espectador no haya visto un millón de veces, pero "El Irlandés" se las arregla para contarlo de otra manera, con esa ironía y acidez que comento centralizando toda la narración en el personaje de Boyle, maravillosamente interpretado por Brendan Gleeson quién compone un personaje metafórico, lleno de inteligencia y astucia, ironía y cinismo, que simboliza el modo en que la vieja Irlanda se enfrenta a la modernidad prepotente que, queriéndolo o sin quererlo, representan tanto el agente del FBI como los narcotraficantes.

El resultado es una relativamente compleja estructura de niveles narrativos que van desde la relación divertida y fraternal de Boyle con los sospechosos habituales de su entorno (IRA incluído) hasta la novedosa capa de la investigación policial que traen los prepotentes americanos, con todos los conflictos que generan los centenarios estereotipos de relación entre los Estados Unidos e Irlanda, pasando por la relación de Boyle con su madre.

Y todo rezumando una medida ironía inteligente encarnada en unos diálogos casi siempre certeros que sin duda son lo mejor de esta película que entra en la categoría de películas perdidas, de joyas secretas que siempre un espectador de cine inquieto disfrutará descubrir.

Brillante.




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