No fue precisamente "Vértigo" un éxito en comparación con otras películas de Hitchcock.
Para entendernos, y en su época, Hitchcock fue el director taquillero por antonomasia, una especie de sofisticado Spielberg que convertía en oro todo lo que tocaba. Pero "Vertigo" no. En los Estados Unidos la película ingresó apenas 400.000 dólares por encima de lo que costó.
La crítica la recibió con tibieza, considerando como defectos aspectos que hoy en día se consideran grandes virtudes de la película.
Por un lado, la maravillosa lentitud con que se desenvuelve la trama y especialmente esas extraordinarias secuencias en las que Scottie Ferguson (James Stewart) sigue a Madeleine (Kim Novak), secuencias en las que se fragua el elemento esencial de la película: su obsesión por la mujer cuyos misteriosos pasos vigila.
Por otro, el hecho de que Hitchcock decida revelar el secreto del misterio que rodea a Madeleine casi a mitad de la película, aspecto que permite que la película pegue el giro fundamental pasando de una mera trama de misterio en la que se basaba la novela que la película adapta a una compleja y perversa historia de obsesión en la que Scottie vuelve a perseguir las huellas de Madeleine dentro del cuerpo de otra mujer.
Porque para Hitchcock siempre fue mucho más esencial la respuesta que el personaje de Scottie da al engaño al que finalmente es sometido que el propio engaño en sí. Y el suspense que el espectador debería sentir ante esa respuesta se fragua precisamente en la revelación del protagonista como un obseso.
Así, la obsesión de la que tanto se ha escrito es la base que el maestro Hitchcock utiliza para generar al espectador la duda suficiente sobre la respuesta que Scottie como para que exista un inquietante suspense final en el que el espectador se siente como Judy, a merced de Ferguson en el coche que este conduce a la misión donde Madeleine murió,
Hitchcock se cuida muy mucho de mostrar a Ferguson no como un héroe sino como alguien profundamente vulnerable, que ya ha tenido una reacción extraña en el encuentro de Judy que parece la perfecta reencarnación de Madeleine y que bien podría tener más reacciones extrañas y diferentes.
Y hay un momento, en ese coche, en que al espectador siempre se la cruza la sombría duda de que Scottie quizá quiera matarla
Esa es la magia de "Vértigo".
Por encima de todo, una película jugosa, como un filete de buena carne, en la que Hitchcock consigue que el espectador se convierte en espía, en voyeur dentro de un juego sadomasoquista de poder alimentado por el deseo y la obsesión convenientemente recubiertos por el bonito papel celofán del amor.
Obra maestra.
Para entendernos, y en su época, Hitchcock fue el director taquillero por antonomasia, una especie de sofisticado Spielberg que convertía en oro todo lo que tocaba. Pero "Vertigo" no. En los Estados Unidos la película ingresó apenas 400.000 dólares por encima de lo que costó.
La crítica la recibió con tibieza, considerando como defectos aspectos que hoy en día se consideran grandes virtudes de la película.
Por un lado, la maravillosa lentitud con que se desenvuelve la trama y especialmente esas extraordinarias secuencias en las que Scottie Ferguson (James Stewart) sigue a Madeleine (Kim Novak), secuencias en las que se fragua el elemento esencial de la película: su obsesión por la mujer cuyos misteriosos pasos vigila.
Por otro, el hecho de que Hitchcock decida revelar el secreto del misterio que rodea a Madeleine casi a mitad de la película, aspecto que permite que la película pegue el giro fundamental pasando de una mera trama de misterio en la que se basaba la novela que la película adapta a una compleja y perversa historia de obsesión en la que Scottie vuelve a perseguir las huellas de Madeleine dentro del cuerpo de otra mujer.
Porque para Hitchcock siempre fue mucho más esencial la respuesta que el personaje de Scottie da al engaño al que finalmente es sometido que el propio engaño en sí. Y el suspense que el espectador debería sentir ante esa respuesta se fragua precisamente en la revelación del protagonista como un obseso.
Así, la obsesión de la que tanto se ha escrito es la base que el maestro Hitchcock utiliza para generar al espectador la duda suficiente sobre la respuesta que Scottie como para que exista un inquietante suspense final en el que el espectador se siente como Judy, a merced de Ferguson en el coche que este conduce a la misión donde Madeleine murió,
Hitchcock se cuida muy mucho de mostrar a Ferguson no como un héroe sino como alguien profundamente vulnerable, que ya ha tenido una reacción extraña en el encuentro de Judy que parece la perfecta reencarnación de Madeleine y que bien podría tener más reacciones extrañas y diferentes.
Y hay un momento, en ese coche, en que al espectador siempre se la cruza la sombría duda de que Scottie quizá quiera matarla
Esa es la magia de "Vértigo".
Por encima de todo, una película jugosa, como un filete de buena carne, en la que Hitchcock consigue que el espectador se convierte en espía, en voyeur dentro de un juego sadomasoquista de poder alimentado por el deseo y la obsesión convenientemente recubiertos por el bonito papel celofán del amor.
Obra maestra.
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