Ya lo he escrito alguna que otra vez.
Hay cosas que no se pueden comprar en un supermercado y un cambio social que genere una mayoría social que conduzca a un nuevo proceso constituyente es una de ellas.
Y digo esto porque estoy cada vez más convencido que Podemos se equivoca jugandoselo todo en unas elecciones. Los partidos políticos de la política tradicional pueden permitirselo pero Podemos no. Su rollo es otro. Su mensaje es un mensaje carismático que implica la apertura de un nuevo mundo sobre el viejo.
Apostar por tácticas del viejo mundo desnaturaliza la estrategia porque, y al final, uno es lo que hace y no lo que dice.
En este sentido, los líderes de Podemos se muestran como productos de una época que dicen superar con su apuesta por lo rápido: quiero un mundo nuevo y lo vas a tener ya.. como si ese mundo nuevo fuese uno más de los productos que se ofrecen en un supermercado.
Carlos Marx hablaba de que los cambios históricos sólo se dan cuando se dan las condiciones objetivas para ello y lo que me resulta obvio es que esas condiciones no se dan. Y lo digo no por los resultados de las encuestas sino por ejemplo por la poca comprensión que está teniendo en lo social el concepto de transversalidad que Podemos propone.
Los fenómenos disruptivos son siempre singularidades dentro de una corriente de la historia donde prima la continuidad.
Por eso la lentitud como concepto es un elemento esencial para entender el cambio social y político desde lo estratégico.
La misma revolución rusa de 1917 es la consecuencia de un largo proceso que sólo empieza a encontrar estructuración en la segunda mitad del siglo XIX con los escritores e intelectuales nihilistas que dan paso a los pulsionales movimientos anarquistas.
Y el error es pensar que estamos siempre en Octubre de 1917.
Por eso dejar descansar tu discurso sobre una más que segura victoria en unas elecciones generales es una arriesgada propuesta llena de aventurerismo.
Y ojalá esa victoria se produzca pero también hay que pensar que esta no suceda. Es necesario situar la propia posición dentro de un proceso histórico que permita una continuidad en la lucha porque Podemos quizá no sea más que un jalón más dentro de un proceso histórico dialéctico que supere las biografías individuales de todos los que vivimos este momento.
Y aunque Podemos está muy bien posicionado en la intención directa de voto, ya ha perdido la ventaja que convertía en relevante este dato, y aunque mantengo que está infrarepresentado en la estimación de voto, hay que tener en cuenta que las mayorías tienden a la estabilidad.
Por todo esto se impone la lógica de la lentitud y dentro de esta lógica lo más seguro es que Podemos y lo que representa tenga que pasar por el mismo camino que anduvo Siritza desde principios de este siglo, Un camino que ha implicado demostrar con hechos lo que se dice gobernando en el nivel local y regional.
Porque los griegos no han votado a Siritza por lo que dice sino porque ha sido capaz de llevarlo a la práctica en el ámbito local y regional.
Las mayorías no han visto un salto al vacío sino algo tangible y realizable.
En este sentido, Podemos tiene prisa. Ignora lo esencial de una experiencia griega de la que hace gala para intentar construir la casa por el tejado en el país donde para una buena mayoría de votantes las opciones políticas se viven como el futbol, apostándolo todo a unas elecciones generales y desapareciendo en el escenario real donde la lucha debe llevarse a cabo, en el lugar donde precisamente deben fraguarse los cimientos de ese cambio.
Se están comprando más billetes de los necesarios para lo imposible, mientras lo posible de pronto aparece con la posibilidad de que Ada Colau gobierne Barcelona.
La batalla está ahí porque Podemos nunca podrá gobernar este país sin que, por ejemplo, alguien como Ada Colau demuestre que se puede hacer una Barcelona diferente gobernandola de una manera diferente.
La gente no sólo tendrá palabras, sino algo más importante: hechos.
El cambio que propone Podemos necesita de hechos a los que señalar justo donde las palabras terminan, pero sus responables parecen más preocupados en explotar un sentimiento de urgencia que parece haberse desactivado y por manifestar su frustración en sus roces diarios con la política táctica. Empeñados en una guerra de movimientos sobre un paisaje que demanda precisamente la guerra de posiciones, cosa que hasta el propio Gramsci consideraba la única manera de imponer ideas disruptivas en el occidente capitalista.
En todo este sentido entiendo perfectamente la marcha de Monedero de la primera línea del frente.
Los lideres de Podemos parecen todavía borrachos de una euforia,la euforia de su aparición, pero lo difícil no es llegar. Lo difícil es mantenerse y más si lo emocional es un elemento esencial en tu aparición y esa emoción se proyecta en el tiempo.
La emoción es un material muy volátil que hay que manejar con mucho cuidado. Ciudadanos lo ha aprovechado por su derecha, mostrando la imposibilidad por el momento de esa transversalidad que Podemos busca arrebatandole buena parte de sus simpatizantes más conservadores.
La aparición de Ciudadanos es una buena prueba de que las condiciones objetivas en que se basa la propuesta de Podemos no se dan en los términos suficientes como para permitirle a este su proyecto a corto plazo.
La guerra de movimientos está perdida y es muy posible un escenario de guerra de posiciones, de política tradicional táctica en el que Podemos pueda pelear sin desnaturalizarse, sin convertirse en uno más. Un escenario que pase por lo local y autonómico y que vaya más allá de estas elecciones generales.
De lo contrario, Podemos acabará devorado por el sistema y en este sentido sus líderes deberían pensar un poco más en los sentimientos de los humillados y ofendidos que les apoyan.
Podemos se encuentra en la encrucijada, una encrucijada en la que debe demostrar que piensa en lo colectivo.
La recta final a las elecciones generales se está haciendo larga y la hipótesis de una victoria arrolladora que hiciese posible el proceso constituyente que busca Podemos cada vez se afianza como la opción menos probable.
Pablo Iglesias estuvo ayer en el frente verdadero, con Ada Colau en Barcelona.
No sé a qué están esperando porque aún están a tiempo, pero, dada la relación que Podemos ha establecido con sus simpatizantes, la decepción tendrá un efecto demoledor y mayor que incluso puede beneficiar de rebote la estabilidad del sistema al afectar la ilusión de los más atrevidos y dispuestos.
Hay cosas que no se pueden comprar en un supermercado y un cambio social que genere una mayoría social que conduzca a un nuevo proceso constituyente es una de ellas.
Y digo esto porque estoy cada vez más convencido que Podemos se equivoca jugandoselo todo en unas elecciones. Los partidos políticos de la política tradicional pueden permitirselo pero Podemos no. Su rollo es otro. Su mensaje es un mensaje carismático que implica la apertura de un nuevo mundo sobre el viejo.
Apostar por tácticas del viejo mundo desnaturaliza la estrategia porque, y al final, uno es lo que hace y no lo que dice.
En este sentido, los líderes de Podemos se muestran como productos de una época que dicen superar con su apuesta por lo rápido: quiero un mundo nuevo y lo vas a tener ya.. como si ese mundo nuevo fuese uno más de los productos que se ofrecen en un supermercado.
Carlos Marx hablaba de que los cambios históricos sólo se dan cuando se dan las condiciones objetivas para ello y lo que me resulta obvio es que esas condiciones no se dan. Y lo digo no por los resultados de las encuestas sino por ejemplo por la poca comprensión que está teniendo en lo social el concepto de transversalidad que Podemos propone.
Los fenómenos disruptivos son siempre singularidades dentro de una corriente de la historia donde prima la continuidad.
Por eso la lentitud como concepto es un elemento esencial para entender el cambio social y político desde lo estratégico.
La misma revolución rusa de 1917 es la consecuencia de un largo proceso que sólo empieza a encontrar estructuración en la segunda mitad del siglo XIX con los escritores e intelectuales nihilistas que dan paso a los pulsionales movimientos anarquistas.
Y el error es pensar que estamos siempre en Octubre de 1917.
Por eso dejar descansar tu discurso sobre una más que segura victoria en unas elecciones generales es una arriesgada propuesta llena de aventurerismo.
Y ojalá esa victoria se produzca pero también hay que pensar que esta no suceda. Es necesario situar la propia posición dentro de un proceso histórico que permita una continuidad en la lucha porque Podemos quizá no sea más que un jalón más dentro de un proceso histórico dialéctico que supere las biografías individuales de todos los que vivimos este momento.
Y aunque Podemos está muy bien posicionado en la intención directa de voto, ya ha perdido la ventaja que convertía en relevante este dato, y aunque mantengo que está infrarepresentado en la estimación de voto, hay que tener en cuenta que las mayorías tienden a la estabilidad.
Por todo esto se impone la lógica de la lentitud y dentro de esta lógica lo más seguro es que Podemos y lo que representa tenga que pasar por el mismo camino que anduvo Siritza desde principios de este siglo, Un camino que ha implicado demostrar con hechos lo que se dice gobernando en el nivel local y regional.
Porque los griegos no han votado a Siritza por lo que dice sino porque ha sido capaz de llevarlo a la práctica en el ámbito local y regional.
Las mayorías no han visto un salto al vacío sino algo tangible y realizable.
En este sentido, Podemos tiene prisa. Ignora lo esencial de una experiencia griega de la que hace gala para intentar construir la casa por el tejado en el país donde para una buena mayoría de votantes las opciones políticas se viven como el futbol, apostándolo todo a unas elecciones generales y desapareciendo en el escenario real donde la lucha debe llevarse a cabo, en el lugar donde precisamente deben fraguarse los cimientos de ese cambio.
Se están comprando más billetes de los necesarios para lo imposible, mientras lo posible de pronto aparece con la posibilidad de que Ada Colau gobierne Barcelona.
La batalla está ahí porque Podemos nunca podrá gobernar este país sin que, por ejemplo, alguien como Ada Colau demuestre que se puede hacer una Barcelona diferente gobernandola de una manera diferente.
La gente no sólo tendrá palabras, sino algo más importante: hechos.
El cambio que propone Podemos necesita de hechos a los que señalar justo donde las palabras terminan, pero sus responables parecen más preocupados en explotar un sentimiento de urgencia que parece haberse desactivado y por manifestar su frustración en sus roces diarios con la política táctica. Empeñados en una guerra de movimientos sobre un paisaje que demanda precisamente la guerra de posiciones, cosa que hasta el propio Gramsci consideraba la única manera de imponer ideas disruptivas en el occidente capitalista.
En todo este sentido entiendo perfectamente la marcha de Monedero de la primera línea del frente.
Los lideres de Podemos parecen todavía borrachos de una euforia,la euforia de su aparición, pero lo difícil no es llegar. Lo difícil es mantenerse y más si lo emocional es un elemento esencial en tu aparición y esa emoción se proyecta en el tiempo.
La emoción es un material muy volátil que hay que manejar con mucho cuidado. Ciudadanos lo ha aprovechado por su derecha, mostrando la imposibilidad por el momento de esa transversalidad que Podemos busca arrebatandole buena parte de sus simpatizantes más conservadores.
La aparición de Ciudadanos es una buena prueba de que las condiciones objetivas en que se basa la propuesta de Podemos no se dan en los términos suficientes como para permitirle a este su proyecto a corto plazo.
La guerra de movimientos está perdida y es muy posible un escenario de guerra de posiciones, de política tradicional táctica en el que Podemos pueda pelear sin desnaturalizarse, sin convertirse en uno más. Un escenario que pase por lo local y autonómico y que vaya más allá de estas elecciones generales.
De lo contrario, Podemos acabará devorado por el sistema y en este sentido sus líderes deberían pensar un poco más en los sentimientos de los humillados y ofendidos que les apoyan.
Podemos se encuentra en la encrucijada, una encrucijada en la que debe demostrar que piensa en lo colectivo.
La recta final a las elecciones generales se está haciendo larga y la hipótesis de una victoria arrolladora que hiciese posible el proceso constituyente que busca Podemos cada vez se afianza como la opción menos probable.
Pablo Iglesias estuvo ayer en el frente verdadero, con Ada Colau en Barcelona.
No sé a qué están esperando porque aún están a tiempo, pero, dada la relación que Podemos ha establecido con sus simpatizantes, la decepción tendrá un efecto demoledor y mayor que incluso puede beneficiar de rebote la estabilidad del sistema al afectar la ilusión de los más atrevidos y dispuestos.
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