Dónde dejar al final del día
todas esas piezas que no encajan.
La razón del que pide,
del que llora,
del que le quitan
o simplemente no tiene,
o cae para siempre ante tu impotente mirada.
Donde guardar al final del día
sus voces,
sus rostros,
sus llantos,
sus rabias.
Donde guardarlos
cuando la oscuridad revienta
y en la impaciente espera
de algo parecido a la paz y la calma
uno hace lo que puede
tejiendo a duras penas un sentido
que componga un poco la cordura despeinada.
Donde dejarlas lo justo para dar tiempo al esquivo sueño
sin poder evitar sentir que por el momento la suerte nos es favorable,
que por ahora nos alcanza
porque, al menos, hoy el que quiere dormir
no ha sido uno de aquellos.
Mañana ese dios que no existe dirá,
tuya no será la última palabra.
todas esas piezas que no encajan.
La razón del que pide,
del que llora,
del que le quitan
o simplemente no tiene,
o cae para siempre ante tu impotente mirada.
Donde guardar al final del día
sus voces,
sus rostros,
sus llantos,
sus rabias.
Donde guardarlos
cuando la oscuridad revienta
y en la impaciente espera
de algo parecido a la paz y la calma
uno hace lo que puede
tejiendo a duras penas un sentido
que componga un poco la cordura despeinada.
Donde dejarlas lo justo para dar tiempo al esquivo sueño
sin poder evitar sentir que por el momento la suerte nos es favorable,
que por ahora nos alcanza
porque, al menos, hoy el que quiere dormir
no ha sido uno de aquellos.
Mañana ese dios que no existe dirá,
tuya no será la última palabra.
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