Si somos realmente demócratas deberíamos tener claro que lo mismo vale el voto de un catedrático de Berkeley que el voto de un empleado de una gasolinera en medio de alguna ninguna parte de Wyoming.
La virtud de Trump, una virtud que hay que reconocerle, es haber conseguido que ese blanco de Wyoming se decidiera a votar por primera vez en mucho tiempo.
La victoria de Trump se ha basado en una genial solución "out of the box" de la política norteamericana, una política que durante mucho tiempo ha seguido la agenda de luchar por el voto de las principales minorías y, al mismo tiempo, ignorando la existencia de ese elefante en la habitación que era la mayoría blanca. Trabajadores de cuello azul y blanco despojados y degradados por el proceso de deslocalización que implica la globalización.
En sus reflexiones post-electorales, los propios demócratas reconocen haberlos dejado de lado, pero lo cierto es que existían a merced de un astuto oportunista como Trump, un Trump que no ha hecho otra cosa que hablar a las tripas del corazón de una américa deseosa de revancha, pero también ante el impotente escándalo de la otra américa, que no ha hecho otra cosa que descalificarle convirtiendose así en su principal agente reclutador de votos.
Y lo cierto es que el populismo existe, pero no es menos cierto que en los países del primer mundo también existen esas bolsas de mayorías descontentas y que ven degradadas sus condiciones de vida, incapaces de disfrutar de la opulencia que les rodea como ciegos en Gaza.
Y lo peor es que la política tradicional una vez más se equivoca tomando el efecto por causa, convirtiendo en problema al populismo cuando en realidad el problema es la existencia de esas bolsas de descontento que van a la abstención y que se convierten en una ignorada gran mayoría a la espera de tipos astutos como Trump.
Por ahora, y en nuestro país, Rajoy puede referirse a una poderosa realidad frente a cuyos matemáticos designios uno debe plegarse mientras las filas del abstencionismo se engrosan a la espera de la llegada de alguien como Trump. Pero ese alguien no tardará en llegar porque una sociedad no puede nunca construirse a la espalda de las mayorías y lo que ha sucedido en los Estados Unidos es una toma de contacto con su propia realidad después de años de neurosis.
Nada más sano que conocer la propia sombra y en los Estados Unidos esa mayoría que Trump ha invocado es real, es el monstruo que la tendencia totalitaria del capitalismo de consumo genera, una tendencia a la ignorancia que es buena mientras esté desmovilizada politicamente que es como habia estado, calladita y sin molestar, hasta que ese aprendiz de brujo llamado Trump se ha atrevido a invocar.
Por eso criticar a Trump o a esa América es lo más cómodo, otro síntoma más de la brutalización y degradación a la que la sociedad de consumo nos somete. La única diferencia es que ese sintoma afecta ahora a los estratos ilustrados que parecen contentarse con patalear desde la superioridad moral.
Pero nuestro problema no es Trump sno el estilo de vida que llevamos.
Y deberíamos estar agradecidos a Trump por ofrecernos la viva imagen de esa sombra que también forma parte de la sociedad en que vivimos.
Esas mayorías desafectas no están conformes con quedarse fuera de la fiesta y existen a merced de populistas. dispuestas a agitarse para sorpresa y escandalo de un establishment que, como minimo, ya se cree su propia mentira.
En nuestros sueños, Hillary debiera haber ganado, tendría que ganar, pero todavía no comprendemos que se trata de eso, de un sueño.
Porque lo cierto es que Clinton consiguió sus números y podría haber ganado si los que siempre se callan hubieran seguido en silencio y no nos hubieran reventado la fiesta perpetua de los elegidos.
Por eso, no hay nada más democrático ahora mismo que el propio populismo, dedicado a dar voz a esa masa silenciosa que es peligrosa porque es incontrolable, porque se trata de unos otros que empiezan a construir su identidad a espaldas de nuestro mundo de elegidos. manifestando una irrecuperable escisión que hace imposible ese concepto de sociedad integrada en el que todavía creemos vivir.
El mundo sigue cambiando.
El movimiento perpetuo de la dialéctica continúa.
Nos pongamos como nos pongamos, la historia no se detiene.
La tésis sigue generando su antitesis,
Y por ahora hemos escogido la solución menos humana, la menos inteligente: meter la cabeza en un agujero y descalificar.
Pero entérate de que ésto va mucho más allá de un señor terrible que manipula a una mayoría para ganar unas elecciones, que ésto tiene que ver con una sociedad y un estilo de vida incapaz de generar bienestar para todos sus miembros y que, como es lógico, los perjudicados no se van a callar.
Humano, demasiado humano.
La virtud de Trump, una virtud que hay que reconocerle, es haber conseguido que ese blanco de Wyoming se decidiera a votar por primera vez en mucho tiempo.
La victoria de Trump se ha basado en una genial solución "out of the box" de la política norteamericana, una política que durante mucho tiempo ha seguido la agenda de luchar por el voto de las principales minorías y, al mismo tiempo, ignorando la existencia de ese elefante en la habitación que era la mayoría blanca. Trabajadores de cuello azul y blanco despojados y degradados por el proceso de deslocalización que implica la globalización.
En sus reflexiones post-electorales, los propios demócratas reconocen haberlos dejado de lado, pero lo cierto es que existían a merced de un astuto oportunista como Trump, un Trump que no ha hecho otra cosa que hablar a las tripas del corazón de una américa deseosa de revancha, pero también ante el impotente escándalo de la otra américa, que no ha hecho otra cosa que descalificarle convirtiendose así en su principal agente reclutador de votos.
Y lo cierto es que el populismo existe, pero no es menos cierto que en los países del primer mundo también existen esas bolsas de mayorías descontentas y que ven degradadas sus condiciones de vida, incapaces de disfrutar de la opulencia que les rodea como ciegos en Gaza.
Y lo peor es que la política tradicional una vez más se equivoca tomando el efecto por causa, convirtiendo en problema al populismo cuando en realidad el problema es la existencia de esas bolsas de descontento que van a la abstención y que se convierten en una ignorada gran mayoría a la espera de tipos astutos como Trump.
Por ahora, y en nuestro país, Rajoy puede referirse a una poderosa realidad frente a cuyos matemáticos designios uno debe plegarse mientras las filas del abstencionismo se engrosan a la espera de la llegada de alguien como Trump. Pero ese alguien no tardará en llegar porque una sociedad no puede nunca construirse a la espalda de las mayorías y lo que ha sucedido en los Estados Unidos es una toma de contacto con su propia realidad después de años de neurosis.
Nada más sano que conocer la propia sombra y en los Estados Unidos esa mayoría que Trump ha invocado es real, es el monstruo que la tendencia totalitaria del capitalismo de consumo genera, una tendencia a la ignorancia que es buena mientras esté desmovilizada politicamente que es como habia estado, calladita y sin molestar, hasta que ese aprendiz de brujo llamado Trump se ha atrevido a invocar.
Por eso criticar a Trump o a esa América es lo más cómodo, otro síntoma más de la brutalización y degradación a la que la sociedad de consumo nos somete. La única diferencia es que ese sintoma afecta ahora a los estratos ilustrados que parecen contentarse con patalear desde la superioridad moral.
Pero nuestro problema no es Trump sno el estilo de vida que llevamos.
Y deberíamos estar agradecidos a Trump por ofrecernos la viva imagen de esa sombra que también forma parte de la sociedad en que vivimos.
Esas mayorías desafectas no están conformes con quedarse fuera de la fiesta y existen a merced de populistas. dispuestas a agitarse para sorpresa y escandalo de un establishment que, como minimo, ya se cree su propia mentira.
En nuestros sueños, Hillary debiera haber ganado, tendría que ganar, pero todavía no comprendemos que se trata de eso, de un sueño.
Porque lo cierto es que Clinton consiguió sus números y podría haber ganado si los que siempre se callan hubieran seguido en silencio y no nos hubieran reventado la fiesta perpetua de los elegidos.
Por eso, no hay nada más democrático ahora mismo que el propio populismo, dedicado a dar voz a esa masa silenciosa que es peligrosa porque es incontrolable, porque se trata de unos otros que empiezan a construir su identidad a espaldas de nuestro mundo de elegidos. manifestando una irrecuperable escisión que hace imposible ese concepto de sociedad integrada en el que todavía creemos vivir.
El mundo sigue cambiando.
El movimiento perpetuo de la dialéctica continúa.
Nos pongamos como nos pongamos, la historia no se detiene.
La tésis sigue generando su antitesis,
Y por ahora hemos escogido la solución menos humana, la menos inteligente: meter la cabeza en un agujero y descalificar.
Pero entérate de que ésto va mucho más allá de un señor terrible que manipula a una mayoría para ganar unas elecciones, que ésto tiene que ver con una sociedad y un estilo de vida incapaz de generar bienestar para todos sus miembros y que, como es lógico, los perjudicados no se van a callar.
Humano, demasiado humano.
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