"La política de austeridad no es ninguna ciencia, ni siquiera en un sentido mínimo. Está mucho más cerca de una forma contemporánea de superstición: una especie de reacción visceral a una situación impenetrablemente compleja, una reacción de sentido común, de las cosas han ido mal, en cierto modo somos culpables, tenemos que pagar el precio y sufrir, así que hagamos algo que duela y gastemos menos. La austeridad no es demasiado radical, como afirman algunos críticos izquierdistas, sino que, por el contrario, es demasiado superficial, una manera de desviar la mirada de las autenticas raíces de la crisis."
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