"…sentir mucho por los otros y poco por nosotros mismos, restringir nuestro egoísmo, y complacer nuestras afecciones benevolentes, constituyen la perfección de la naturaleza humana…así como amar al prójimo como a nosotros mismos es la gran ley de la cristiandad, el gran precepto de la naturaleza es amarnos a nosotros mismos sólo como amamos a nuestro prójimo o, lo que es lo mismo, como nuestro prójimo es capaz de amarnos"
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