Contra esa incurable enfermedad llamada 'tiempo', el desesperado acto de sentir alegría es lo único que nos queda.
Irredentos, firmes, inflexibles, ... cabalgando contra un viento de afiladas garras, poderosos en nuestra debilidad.
Siempre adelante, como si 'ayer', 'hoy' y 'mañana' fueran sólo palabras pronunciadas en silencio.
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