miércoles, diciembre 17, 2003

1
Termino de ver 'Relampago sobre el agua', una suerte de testamento cinematográfico del gran director Nicholas Ray filmado por el alemán Wim Wenders. Siempre he querido verla y, desde luego, mi fracaso no se ha equivocado en ese deseo (los grandes anhelos como la paz interior o el futuro siempre se le han dado mal, pero jamás se ha equivocado con los pequeños, los que de verdad importan: una imagen poderosa, una piel desnuda en los oscuro, una buena melodía siempre salvadora,...)

2
En su final, un junco navega por la desembocadura del Rio Hudson.
Al fondo brilla la ciudad de Nueva York.
Nicholas Ray ha muerto y, en el interior del barco, un miembro del equipo de rodaje, brinda por todos los desplazados del mundo, por todos los 'outsiders' que, como el propio Ray en el caso del cine, tenían otras historias diferentes que contar. Es una especie de funeral irlandés lleno de alemanes.
Enseguida, el relato vuelve a una gran panorámica exterior. A una perfecta metáfora visual de ese desplazamiento del cual el propio Ray hacía gala media hora antes. El rollo de Hollywod terminó por no gustarle. Su historia era otra.

3
La occidental ciudad y la oriental embarcación conviven en un mismo plano, comparten el mismo espacio y el mismo tiempo. Una vez más, el poderoso milagro de la imagen se produce. Ante su magia, mil y una palabras palidecen hasta desvanecerse.
Lo harán siempre.

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