No lo podía creer.
De nuevo estaban allí.
Somnolientos, tensos y nerviosos. Esperando en la puerta de la boca de metro a que llegara la camioneta que todas las mañanas les traía el periódico "20 minutos".
No lo podía creer, pero los estaba viendo y viviendo.
Más de cuarenta personas esperando una llegada que -por lo visto- se retrasaba. Dispuestos a esperar lo que hiciera falta para conseguir algo gratis.
No lo puedo creer y tampoco puedo entenderlo
Estoy convencido de que, si la camioneta aún no ha llegado, todavía estarán allí (los muy miserables).
Estoy seguro también de que son las mismas personas que todas las navidades se pelean por el roscón de Reyes que se reparte en la Plaza Mayor.
Pobres y baratos hasta en su cutrerío.
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