DIVAGACIÓN Nº234
Escribo mientras escucho a Van Morrison.
Sobre la mesa, despreocupadamente tumbado, uno de mis gatos se despereza a mi lado.
En todos y cada uno de los últimos discos del León de Belfast, he encontrado una canción que no puedo dejar de escuchar.
"If you love me", "High Summer", "Fast Train" o "Celtic New Year" (la que ahora escucho por enésima vez).
El gato me mira, extiende la pata hacia el teclado, como si él también quisiera escribir.
Me gusta escuchar muchas veces la misma canción.
Me gusta convertirlas en mantras, imbuirme del estado emocional que la pieza transmite, penetrar en ella hasta hacerla mía, convertir el flechazo sentido en una relación aún más profunda... Y al final, siempre estoy yo mismo esperándome al final de alguna ensoñación con el agua fresca de algún recuerdo o alguna emoción entre las manos.
El gato sigue mirándome.
Se ha incorporado.
Parece escuchar también los rugidos del León.
Se acerca la medianoche.
De su fugaz mano,
un viejo día muere
y un nuevo día llega.
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