Hacía mucho tiempo que no asistía a una ceremonía religiosa cristiana... Quizá reinaba en Madrid el obispo Vicente Enrique y Tarancón la última vez que asistí a uno de estos eventos del espíritu que jalonan la carrera burocrática de los católicos hacia la vida eterna.
No estoy seguro de cuándo. Lo único cierto es que las cosas no han cambiado mucho y que no me he perdido nada en todo este tiempo.
Fué el domingo pasado y aún no he salido del asombro.
Mis ojos todavía, a fecha de hoy, sobresalen de sus órbitas.
A punto estuvieron de caerseme y ser aplastados como cabeza de gamba por el zapato de alguna señorona.
La concha vacía de una ceremonía.
El espacio desierto de una creencia.
Y una niña, vestida para la ocasión, pronunciando la palabra "muerte" con una radiante sonrisa en los labios.
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