Podría detenerse.
Volver a pensar las cosas de nuevo.
Porque, a estas alturas de su vida, si hay algo que tenga de sobra es tiempo.
Ahora la mismo la carretera es una larga e interminable recta proyectada hacia el infinito horizonte inalcanzable y su corazón no aguarda nada nuevo del más allá que encierra.
Acaba de comprenderlo.
Ha dejado de esperar.
De repente se ha hecho viejo.
Por unos instantes su cansado corazón se le encoje en el pecho.
Podría detenerse, pero no lo hace.
Pisa el acelerador y agarra con más fuerza el volante.
Ha dejado de esperar, pero tampoco sería la primera vez que se equivocase.
El marcador de velocidad sobrepasa los ciento cuarenta.
El horizonte sigue igual de lejos.
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