La tibia luz del atardecer
transforma la arboleda
en una silenciosa congregación
de seres translúcidos,
casi inciertos.
En silencio contempla el milagro
mientras los segundos le traviesan el cuerpo,
por la espalda y a traición,
como balas doradas
disparadas desde el principio de los tiempos.
por un implacable enemigo.
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