"Un año de angustiosa sequía, en el pueblo vecino de Castelceras, el vecindario, con los curas a la cabeza, organizó una rogativa para pedir la gracia de un chaparrón. Aquel día, negras nubes se cernían sobre el pueblo. La rogativa parecía casi inútil.
Desgraciadamente, antes de que terminara la procesión, se habían disipado las nubes y volvía a lucir un sol abrasador. Entonces, como los que hay en todos los pueblos, cogieron la imagen de la virgen que abría el cortejo y, al pasar por un puente, la tiraron al río Guadalope."
(Mi último suspiro, Luis Buñuel)
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