Por una vez el hombre del tiempo tiene razón.
Los vientos racheados de velocidad superior a los noventa kilómetros por hora ya han llegado,
inflexibles le azotan el rostro,
le revuelven los cabellos,
chocan con la opacidad de su cuerpo
ofrecido a su invisible capricho de par en par.
(Espera,
no pierde la esperanza.
Si no es la ráfaga recién pasada,
será la siguiente...)
Sonríe,
abiertos los brazos
como un crucificado auténtico.
Desea que le arrebaten de una vez
la maldita tristeza que siente
y se la lleven lejos, muy lejos.
Llevo muchos meses leyendote, y este sigue siendo mi trocito preferido.Te desnudas poco, pero cuando lo haces eres un maestro.Recordaré este poema toda mi vida y cuando me sienta así irremediablemente me acordaré de ti.
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