Cuando uno se pasa la vida mirando una brújula con 360 nortes es complicado poder precisar los favoritismos.
Ser un diletante de tantas cosas -y las que quedan por llegar- tiene ese pequeño inconveniente.
No obstante, y para cada regla, siempre hay excepciones. También las hay para mí.
En algunas cosas, tengo mis rotundos favoritos y, por lo que respecta a la poesía, a mis cuarenta años de vida estoy en condiciones de afirmar que siempre incluiría "El muerto" de José Hierro entre mis poemas favoritos.
Mucho tiene que cambiar todo para que sea capaz de traicionarme tan profundamente... aunque peores cosas se ven caídas sobre la corteza de este pan nuestro de cada día con cada vez menos miga.
Han pasado veinte años y aún sigue gustándome:
"Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría
no podrá morir nunca.
Yo lo veo muy claro en mi noche completa.
Me costó muchos siglos de muerte poder comprenderlo,
muchos siglos de olvido y de sombra constante,
muchos siglos de darle mi cuerpo extinguido
a la hierba que encima de mí balancea su fresca verdura.
Ahora, el aire, allá arriba, más alto que el suelo que pisan los vivos
será azul. Temblará estremecido, rompiéndose,
desagarrado su vidrio oloroso por claras campanas,
por el curvo volar de los gorriones,
por las flores doradas y blancas de esencias frutales.
(Yo una vez hice un ramo con ellas.
Puede ser que después arrojara las flores al agua,
puede ser que le diera las flores a un niño pequeño,
que llenara de flores alguna cabeza que ya no recuerdo,
que a mi madre llevara las flores:
yo querría poner primavera en sus manos.)
¡Será ya primavera allá arriba!
Pero yo que una vez en sentido en mis manos temblar la alegría
no podré morir nunca.
Pero yo que he tocado alguna vez las agudas agujas del pino
no podré morir nunca.
Morirán los que nunca jamás sorprendieron
aquel vago pasar de la loca alegría.
Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos
no podré morir nunca.
Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mi"
(El Muerto, poema perteneciente a "Alegría", José Hierro)
Hace veinte años éste se me antojó el poema que siempre hubiera querido escribir... y aún me lo sigue pareciendo.
Estremecedor canto pronunciado más allá de la vida, desde la muerte.
Una vida recordada en su ausencia, sin resentimiento porque el sabor que ha dejado en esos labios borrados perdurará siempre.
Una heterodoxa visión de un extraño paraíso de sombras y olvido donde sólo existe el recuerdo de haber sido feliz y cierto.
Cielo azul bajo la negra tierra.
José Hierro fue un gran poeta... y aún lo sigue siendo, en la alegría de reencontrarse una y otra vez con su obra eterna.
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