"mi padre está desconocido, frágil,Es curioso.
mi padre es una víspera.
Lleva, trae, abstraído, reliquias, cosas,
recuerdos, sugerencias.
La mañana apacible le acompaña
con sus alas blancas de hermana de la caridad"
(Enereida, fragmento perteneciente al libro Los heraldos Negros. Cesar Vallejo)
La primera vez que leí a Cesar Vallejo me vino demasiado grande.
Necesitaba hacerme bastante más mayor para entenderle, pero sún así disfrutaba con una extraña música que dimanaba de sus versos como un profundo perfume de sombras. Todavía conservo aquel libro, una edición Alianza Tres en tonos negros y verdes presidida en su portada por un retrato del poeta adusto y serio en su laberinto de carne y sangre.
Ahora soy otro y lo leo con otros ojos.
El río en que te bañas nunca es el mismo, pero los ojos que lo miran tampoco lo son.
Llegó el momento para mi de entender lo que se quiere decir cuando se dice que Cesar Vallejo es un gran poeta.
"Las piedras no ofenden: nada
codician. Tan sólo piden
amor a todos, y piden
amor aún a la Nada.
Y si alguna de ellas se
van cabizbajas, o van
avergonzadas, es que
algo de humano harán..."
(Truenos, fragmento perteneciente al libro Los heraldos Negros. Cesar Vallejo)
Vallejo tiene el talento de convertir su palabra en aviso, llamada y caricia.
Su poesía es hondamente humana, doliente y compasiva ante el misterio del hombre encerrado -y encerrándose- en la celda de su propia contradicción.
No hay cantos a la rosa en sus versos sino a la sangre que mana de las heridas abiertas por sus espinas.
Es una lástima que el mundo viva dando la espalda al cincelado trabajo atinado de su extrema sensibilidad.
¡Aspero mundo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario