Para bien o para mal, los demás siempre terminan por sorprendernos.
Como decía el protagonista de "Muerte entre las flores", nadie nunca conoce a nadie lo suficiente... aunque sólo sea por éso, por lo incierto de su condición, por lo precario de nuestro saber sobre ellos, merecen nuestro respeto.
Detrás de cada ser humano que conocemos siempre late el opaco latido de un misterio.
Las ideas que podamos haernos de ellos jamás pasarán del estado de inestable hipótesis al de contrastada teoría.
Y debe ser así.
Porque ser imprevisible es una de las mejores maneras de evitar ser dominado o poseído.
Porque siempre se quiere saber para dominar.
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