Hay una escena en la película argentina El secreto de sus ojos  que me fascinó cuando la vi por primera vez. El investigador busca a un asesino desaparecido y su amigo Sandoval le dice una frase que se me quedó grabada: “El tipo puede cambiar de casa, de nombre, de trabajo… pero nunca va a cambiar de pasión” . Entonces lo entendí como algo bello: la pasión como raíz firme de identidad, una fidelidad que sobrevive al miedo y al tiempo. Me conmovió pensar que algo así podía definirnos para siempre. Pero, con los años, empecé a mirar de otro modo esa fidelidad absoluta. Soy simpatizante del Atlético de Madrid  y no soy un buen aficionado según los estándares actuales. Hay cosas que veo, no me gustan y lo digo. He visto cómo, a lo largo de la última década, la relación entre la afición y el equipo ha cambiado. Con la llegada de Diego Simeone , el club consolidó un relato que exalta la entrega sin condiciones: luchar, sufrir, creer hasta el final. Ese discurso, que al principio unió a la hi...
 
El viento, las hojas
ResponderEliminarYi xiang:
la unidad y la armonía entre los conceptos y los objetos de la naturaleza, al pensar y observar el mundo exterior.
La escuela Yi y su rastro. [sonrisa]
¡jajajaajja!
ResponderEliminarIgual soy un poco Yi, Lola. Pero de los Yi pobres, no de los ricos que hacen cuadros para colocar en los miles de grandes despachos que pueblan los rascacielos de Shanghay, Hong Kong y unas cuantas metrópolis más.
¿Te fijaste que la mayoría eran tonos oscuros que combinaban con el cuero y la madera noble?
Los chinos han descubierto el negocio del arte moderno y lo van a minimalizar hasta puntos inimaginables... La obra como evento comercial que une a artista y comprador.
Vale, pero mira lo que has escrito sobre el cine: también los de la escuela Yi tienen que tener su público,...aunque sea inmobiliario, para poder vender y vivir de ello.
ResponderEliminarPero igual si alguien se sienta en los sillones de cuero,con los oídos bien abiertos, aún se puede escuchar el viento entre las hojas.
Cualquier unión acaba siendo arte.
:-)
Touché!
ResponderEliminarEs verdad. Todos tenemos nuestro público... aunque el único viento que seguramente se escuchará en esas oficinas será el de las hojas de los balances cayendo muertas como en el poema de Prévert.
Pero... es posible. No digo que no.