sábado, enero 24, 2009

BOB, LE FLAMBEUR

La mejor época de Bob ha pasado y probablemente él aun no lo sepa. Sus días son noches eternas de juego en las que Bob flirtea con la fortuna mientras el horizonte de su destino se cierra sobre él. Porque la vida para Bob es afrontar el riesgo una y otra vez.

Probablemente Bob ha vivido siempre así. Los años han ido pasando y el espectador comprende que su estilo de vida no le conduce a ninguna parte, pero Bob parece estar muy cómodo jugando, fumando, bebiendo pastis y paseando de madrugada las parisinas calles de Pigalle.

La posibilidad de atracar el casino de Dauville se cruza en el camino de Bob y como no puede ser de otra forma éste la acepta. Un nuevo juego, un nuevo tablero y una nueva jugada... No le importa tanto que pueda reunir el suficiente dinero como para afrontar la vejez con tranquilidad como el reto presente de una nueva partida... porque en Bob no hay lugar para el pasado y el futuro. Su vida es un eterno presente por las calles de Pigalle.

"Bob Le Flambeur" es una de mis películas favoritas, una estupenda muestra de cine negro europeo de la que es responsable el maestro Jean Pierre Melville, uno de los grandes directores olvidados del cine europeo y en su momento reivindicado por los directores de la nouvelle vague. Melville es el director rumano entrevistado en el aeropuerto en "Al final de la escapada" (una de mis secuencias favoritas de la película).

Dentro del cine francés, Melville fue un outsider que en una época, finales de los 40 y principios de los 50 del siglo pasado, donde el cine francés iba por otros derroteros se atrevió a mostrar un mundo oscuro de personajes herméticos, dispuestos a plantar siempre una última batalla a una realidad que claramente les ganaba la guerra.

En este sentido, el Bob que interpreta con precisión Roger Duchesne, como el personaje que interpreta Sergé Reggiani en "El confidente", son representaciones arquetípicas de los héroes del universo de Melville. Silenciosos, duros, firmes aunque sea en el propio error, dispuestos a llevar hasta las últimas consecuencias la expresión de su forma de ser y como viviendo sin ningún miedo, sin la menor duda, el sueño de sí mismos. 

El conflicto dramático siempre llega cuando ambos mundos colisionan, el grande de la realidad con el pequeño universo propio de cada uno de ellos.

No me extraña que la nouvelle vague le adorara. En el cine de Melville, la acción y el presente son los protagonistas.

"Bob Le Flambeur" es una de las mejores películas de Melville, simple y directa, sugiriendo constantemente la intensa poesía de una vida que arde como una llama sin mayor cuidado que la expresión del propio deseo y con le maravilloso escenario de un irrepetible Pigalle preciosamente fotografiado en blanco y negro.

Maravillosa.


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