abrazados frente a la ventana
abierta a la ladera de los olivos (dos
semillas desnudas dentro de un fruto que el verano
ha abierto violento, y que se llena
de aire), no teníamos recuerdos. Éramos
el recuerdo que tenemos ahora. Éramos
esta imagen. Los ídolos de nosotros,
para la sumisa fe de después"
(Idolos. Las mujeres y los días, Gabriel Ferrater)
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