Lo confieso... No esperaba mucho de esta sexta entrega de la saga del mago gafotas.
Y tampoco es que en la película sucedan muchas cosas, salvo la muerte final de uno de los personajes que han sido clave en el desarrollo de la saga. Vida cotidiana en Hogwarts casi como de instituto adolescente, la oscura sombra de Draco Malfoy constantemente airado, planeando su venganza y la ladina y taimada presencia de Severus Snape cuya presencia se revelará más y más importante... De algún modo, esta quinta entrega ocupa una posición intermedia entre el resto de la traga y su final, algo así como "El imperio contrataca" en la primera trilogía de "La guerra de las galaxias". Su sentido es dependiente de lo que vendrá y por ello no es posible ningún cierre, ningún punto y aparte que permita cerrar un sentido de una forma general.
Pero, y ciento cincuenta minutos despúes, la película termina y uno tiene la sensación de que apenas han pasado veinte minutos. "Harry Potter y el principe mestizo" funciona. Es la primera vez que no tengo esa incómoda sensación de aburrimiento "porenmedio" que me ha acompañado en la visión de las cinco predecesoras... y curiosamente es la película que menos cuenta de todas. Casi nada termina de pasar. La mayor parte del tiempo de la narración se dedica a presentar líneas y argumentales y situaciones que se desarrollarán más adelante. Y, sin embargo, y como sucedía en "El imperio contrataca", esta característica no es un "handicap".
También es cierto que cada momento de la saga es más ocuro que el anterior y esta sexta entrega lo es aún más... Y hasta cierto punto toda la historia de Potter, sus siete novelas, están convirtiendose en un largo viaje desde el radiante día que, para J.K. Rowling, es la infancia hasta la oscura noche que es la madurez.
Ahora ese viaje está a punto de terminar.. y ya nada queda en los tres personajes principales de la brillante ilusión con que encaminaban sus pasos a Hogwarts. Algo han perdido y ese algo está directamente relacionado con el descubrimiento de un mundo adulto con su juego de intereses y cuentas pendientes en el que sin saberlo tienen un lugar asignado como adultos.
La responsabilidad de ocupar un lugar en una adulta lucha por el control del mundo de la magia en la que el principe mendigo cuya identidad que descubrimos al final de la película seguramente tendrá reservado un importante papel.
La imposibilidad de continuar al margen del mundo y sus circunstancias heredando un papel que por derecho les corresponde.
Poco a poco, el niño ha ido quedando sepultado bajo una totalidad de exigencias, responsabilidades, obligaciones, que son la principal materia de la que está hecho el mundo de los adultos. Y descubrir quién es uno supone entender el lugar que se debe ocupar en la inflexible lógica de esa mecánica. La identidad definida por el roce con un mundo que pide y da.
No es tan divertido como navegar con cien cañones por banda, viento en popa a toda vela... y a veces duele, porque, entre otras cosas, cuando hay sangre, es de verdad.
Por fuerza el final tiene que ser oscuro.
En este sentido, y por todo, "Harry Potter y el príncipe mestizo" se me antoja una entretenida obertura que nos prepara para el próximo gran final en el que, quizá, a nuestro querido Harry se le rompan las gafas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario