Sin lugar a dudas el tema de las familias disfuncionales y todo el vertedero de emociones que las rodea es un asunto de absoluto interés para Noah Baumbach, el director de "Margot y la Boda". Ya lo hizo en su película anterior "The squid and the whale" (que aquí llamamos "Una historia de Brooklyn"), centrada en la descripción de un divorcio y evidentemente inspirada en las propias experiencias personales de Baumbach.
"Margot and the wedding" es mucho más ambiciosa. Hay divorcios, pero también hay bodas que no terminan de celebrarse. Y siempre relaciones complicadas entre personajes que no terminan de entenderse a sí mismos y tampoco, y como consecuencia, entenderse entre ellos.
Todo es complicado.
El pasado flota como una negra nube tóxica que todo lo contamina y los momentos de felicidad son escasos, efímeros, pequeños momentos en que el oscuro cielo se abre y penetra alguna delgada línea de luz.
Las cuentas pendientes, los reproches y, lo que es más interesante, la expresión sádica e inmisericorde de la propia personalidad que Margot (Nicole Kidman) constantemente exhibe ante todos y que no es otra cosa que la incontrolada y proteica manifestación de sus propias frustraciones y temores hacen imposible cualquier posible reconciliación. A este respecto resulta clave la escena en que Dick (Ciarán Hinds), el amante de la escritora Margot, le sugiere que quizá ciertos personajes sadicos y brutales puedan ser expresión de sí misma.
La boda de su hermana Pauline (Jennifer Jason-Leigh) con el desastroso Malcolm (Jack Black) será una ocasión que Margot no podrá desperdiciar para expresarse de forma desconsiderada trayendo consigo el desequilibrio y la tristeza para todos. Y este aspecto para mi es el aspecto más interesesante de la película: la expresión desconsiderada y sin límites del yo convertido en acto de agresión social y egoísmo.
La candorosa Margot es en realidad, y no siempre de forma consciente, un terrible monstruo despiadado cuya necesidad de control y reafirmación no tiene límites. Una de las modalidades más peligrosas que un ser humano puede adoptar para hacer daño a sus congéneres, una especie de ego-predador que no consiente una discrepancia con respecto a lo que considera correcto o incorrecto. Con ella es imposible llegar a ningún acuerdo.
Me gustó esta última película de Noah Bumbach. Hay bastante de Rohmer y un poco del Bergman de la década de los sesentas del pasado siglo en su cine siempre centrado en las personas y en el fracaso inevitable que casi siempre surge cuando se relacionan entre ellas.
En este sentido, el pequeño Bumbach inspira al gran Bumbach: los dos quieren saber por qué la gente deja de quererse, por qué se enfrenta y se pierde... Tarea difícil, tanto como meter todo el agua del oceano en un agujero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario