AVATAR
No sería justo con "Avatar" si dijera lo que me pide el cuerpo, que por detrás del circense espectáculo tecnológico de Avatar apenas hay nada que la sustente. Lo cual es cierto, pero no sería entender la verdadera esencia de esta película que es precisamente el modo espectacular en que cuenta y en este sentido "Avatar" es un arrolladora presencia visual que secuestra la mirada del espectador de principio a fin... pero sólo eso.
En este sentido, y aunque parezca ridículo, "Avatar" guarda un cierto parecido con "Spanish Movie" porque lo mejor que se puede decir de ella es también lo peor, porque "Avatar" se olvida pronto. El soporte argumental es demasiado esquemático y endeble, su alma es demasiado leve como para permanecer el suficiente tiempo en la retina del espectador e impresionarle con algo más que la propia retórica superficial de las imágenes. Así, "Avatar" se me aparece como una enorme, carísima y espectacular demo de una nueva tecnología, de un nuevo modo de contar historias que, paradójicamente, vehiculiza una narración endeble e insustancial. Algo parecido a aquella película de 1952 llamada "Esto es cinerama", documental en el que se nos mostraba las virtudes de ese formato brutal para la época que ampliaba la experiencia del espectador en una pantalla envolvente de 146 grados y que anticipaba al IMAX y en el que todo lo que se contaba aparecía porque permitía mostrar las espectaculares posibilidades de la nueva tecnología.
El protagonismo no lo tiene la historia sino la tecnología y en este sentido, y dentro de la filmografía de James Cameron que, como Robert Zemeckis, se caracteriza por el alto componente tecnológico que tienen sus trabajos, "Avatar" es con mucho la película donde el desequilibrio entre lo tecnológico y lo narrativo, en favor del primero, es mayor... y, personalmente, creo que se nota para mal.
"Avatar" deja demasiado frío y además, otra cosa que me incomoda, visualmente se parece demasiado a un videojuego sellando la dependencia de este tipo de cine, y del cine como tal, con respecto a la nueva forma de ocio predominante en nuestro tiempo. Y eso tampoco me gusta. Porque por el exceso de tecnología el cine está perdiendo identidad en un desesperado intento por recuperar el terreno perdido como negocio. Y ese no creo que sea el camino porque la diferencia nunca ha estado en la forma, en el modo de contar historias, sino en el fondo, en lo que se cuenta, en las historias.
La única capacidad de interacción que tiene el cine es la de poder llegar a tocar el corazón del espectador haciéndose inolvidable.
A lo largo de su historia, las tecnologías han pasado, pero la única capacidad de trascendencia del séptimo arte ha estado en la potencia de sus historias. Confiar en lo tecnológico ha sido, es y será construir las casa por el tejado, aunque y como he dicho al principio de todo, "Avatar" resulte una casa espectacular.
Impactante.
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